17-07-2022

Las epidemias han asolado a la humanidad sin que esta haya podía oponerse. En todo caso mitigarlas y mutar a formas más resilientes.  Las primeras grandes epidemias fueron producidas por la viruela, por la peste bubónica o por el cólera. A final del siglo XX surgió la pandemia del VIH. Hasta llegar al siglo XXI con la COVID-19 y la otra epidemia silenciada y silenciosa, la soledad. Una soledad que carcome la existencia. Fruto de un mundo globalizado, capitalista, consumista, trufado de múltiples conexiones virtuales, de relaciones personales líquidas, y con una sociedad tendente a la individualización y al egocentrismo.

 

La palabra soledad viene de latín Solus (Solo) y dad (cualidad). Es decir, la soledad es la habilidad de estar sin nadie. Aunque en el fondo las personas necesitemos sentirnos amadas, escuchadas y valoradas. En el fondo todo es cuestión de amor. La Soledad se disfruta cuando nos amamos a nosotros mismos y somos capaces de amar a otras personas desprendiéndonos de los apegos. En la antigua Grecia existían al menos tres palabras para referirse al amor: eros (el amor de pareja, pasional y arrebatador), philia (el amor a la familia, o a la amistad, con un claro componente de complicidad) y ágape (el amor a los cuidados, a la cooperación entre personas y seres vivos y la solidaridad o la compasión hacia los demás). En un contexto como el actual de modernidad líquida, la soledad en su sentido negativo se está volviendo un problema relevante.  Las relaciones entre personas no duran, comienzan y acaban con la misma facilidad. Fundamentalmente se establecen relaciones inestables, superficiales, virtuales e irreales. Las personas son bienes de usar y tirar o bienes de mercado. ¿Cómo gestionar la soledad en tiempos líquidos? ¿Y si la respuesta estuviera en romper con esta tendencia del amor líquido y de la modernidad líquida de la que habla Zygmunt Bauman?

¿Quién no ha imaginado su funeral? Quienes estarán presentes, sentirán la pérdida o mostrarán verdadero amor en todas sus formas… No es soportable imaginar un funeral donde nadie nos llore, nos recuerde o sienta nuestra perdida. Porque en el fondo de nuestra alma, deseamos, necesitamos y anhelamos sentirnos amados. Y si esto es así, ¿Por qué huimos insistentemente del amor eros, philia o ágape en sus formas más intensas? ¿A caso utilizamos la soledad como autocastigo?

Debemos considerar que hay diferentes tipos de soledad. La principal distinción radica entre la soledad elegida y la soledad impuesta. Para Walter Riso “La soledad impuesta es desolación, la soledad elegida es liberación”. Riso sintetiza a la perfección la idea que pretendo transmitir en este artículo “La soledad es una cosa, la desolación otra. La primera se elige o se disfruta. La segunda es el aislamiento y la depresión”. 

La soledad va mutando a lo largo de los tiempos. Desde el sentimiento doloroso de vacío y fracaso hasta una sensación de empoderamiento, superación personal y subversión al sistema normalizado. Desde el estado estéril de profunda tristeza hasta a la euforia de vivir con la falsa creencia de no necesitar a otras personas o seres vivos. Desde la insatisfacción de no socializar hasta el falso triunfalismo del individualismo hedonista. Somos seres sociables que necesitamos el silencio, la prospección interior, la paz y la tranquilidad que aporta la soledad (elegida). Pero podemos enfermar e incluso morir por la soledad (impuesta).

De la soledad impuesta se derivan otras vertientes como la soledad íntima ligada a la falta de personas con la que compartir amor, anhelos, secretos e intimidades; la soledad relacional ligada a la falta de personas con las que realizar actividades que nos aportan bienestar y alegría; y la soledad colectiva que se siente estando rodeados de una multitud sin lograr sentirnos integrados.

Los humanos somos seres muy complejos, capaces de sufrir por la falta de personas que nos abracen y nos besen o por compartir abrazos y besos con las personas equivocadas. Seres que nos da miedo la muerte y sufrimos ante el temor a que nos alcance, y seres que elucubramos con la muerte como fin al dolor existencial. Cortázar a este respecto dice que «A veces uno amanece con ganas de extinguirse. Como si fuéramos velitas sobre un pastel de alguien inapetente. A veces nos arden terriblemente los labios y los ojos y nuestras narices se hinchan y somos horribles y lloramos y queremos extinguirnos. Así es la vida, un constante querer apagarse y encenderse» ¿De qué habla Cortázar en realidad? - De la soledad existencial, un estado en el que la emoción de la soledad nos conduce a la duda existencial del sentido de la vida y de los objetivos que tenemos en esta. La ausencia de un sentido para la propia vida puede llegar a contribuir a que nos sintamos desconectados del resto del cosmos. A querer no vivir.

Bajando a lo terrenal, ¿Quién no ha sentido en algún momento de la vida que aun estando rodeado de una multitud se sentía profundamente solo? -Soledad colectiva. En el ámbito laboral, ¿Quién no ha sentido que no encaja, que no es su sitio y que está agotando su vida en algo que no le llena? -Soledad colectiva. No encajar en la vida programada, normalizada y estandariza que el sistema capitalista fabrico para nosotros o dentro del marco de los principios del nacionalcatolicismo nos convierte en parias. 

¿Quién de nosotros no ha sentido que no puede comunicarse con su familia? ¿Qué hay un abismo entre las formas de pensar? ¿Qué es infructuoso compartir los sentimientos y emociones ante el miedo a no ser comprendido? -Soledad relacional. ¿O quién no ha sentido el miedo paralizante a no volver a amar? ¿A no encontrar a la persona adecuada que te entienda, te ame, te valore o te comprenda como tú deseas y puedes corresponder? ¿Quién no ha sentido la necesidad de crear un vínculo afectivo seguro donde compartir anhelos e intimides sin miedo a ser juzgado? – Soledad intima.

De un modo y otro, todos hemos sentido la soledad en sus diferentes formas.

La soledad impuesta y sus consecuencias.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ya ha advertido que las medidas de aislamiento sociales que el SARS-CoV-2 impuso están teniendo efectos nocivos sobre la salud de las personas, especialmente sobre las personas mayores por el incremento de los niveles de soledad. No obstante, la soledad no es un fenómeno exclusivo pospandémico. Numerosos estudios científicos ya venían sugiriendo que la soledad crónica crecía de forma alertamente y con consecuencias muy negativas para la salud física y mental. Consecuencias que van desde la depresión, trastornos del peso, problemas de concentración y de toma de decisiones, trastornos del sueño, perdida de destrezas cognitivas, diabetes tipo 2, enfermedades cardíacas, presión arterial alta y problemas de salud mental y emocional. Algunos estudios incluso sugieren que puede existir un vínculo entre la soledad y un mayor riesgo de desarrollar demencia y Alzheimer. La pandemia de la sociedad contemporánea es de tal magnitud que se han normalizado sus síntomas como “daños asumibles por mantener el orden del sistema capitalista”. En términos termodinámicos, son formas de controlar la entropía.

El consumo masivo de ansiolíticos, analgésicos, antidepresivos y otras drogas legales como el alcohol o el tabaco son formas para soportar el ritmo impuesto por un capitalismo que necesita de una fuerza del trabajo domesticada y servil. Somos seres yermos por la soledad impuesta que busca la satisfacción inmediata a base de (alimentos ricos en azúcares y grasas, entretenimientos superfluos, drogas legales e ilegales o sexo) para sobrevivir en un mundo que nos resulta insoportable. Existe todo un sistema lucrativo destinado a gestionar el dolor de la soledad y permitir la evasión del individuo. Sin ahondar en la raíz del problema. El sistema capitalista organiza la vida y el tiempo. El tiempo para trabajar, para crear riqueza y consumir. Ello implica la ausencia de tiempo para la crianza, los cuidados, los afectos, los placeres cotidianos y el autocuidado. Ya no hay tiempo para la familia, las amistades, el amor, los placeres subliminales, las actividades en colectividades y mucho menos para el pensamiento crítico. Lo que nos lleva a preguntarnos, si no es la soledad impuesta una herramienta de control de las estructuras de poder. Para hacernos tan desgraciados que no podamos pensar en nada más que en sobrevivir.

Vivimos en un mundo en el que domina la apatía, la superficialidad, el egoísmo y el individualismo. Frente a un mundo utópico donde debería operar la solidaridad, la cooperación, la empatía, y las relaciones afectuosas en todas las formas de amor (eros, philia y ágape). En este contexto, amar se convierte en un acto revolucionario y de rebeldía hacía al orden hegemónico dominante.

Si embargo el amor no nos salva de nosotros mismos. La complicación radica en que la soledad como estado de profunda angustia activa el estado de hipervigilancia (emociones del miedo y alerta sobre los peligros) provocando efectos muy nocivos sobre la salud física y mental. El miedo a la soledad nos controla y sus hipotéticos efectos nos paralizan. En términos psicológicos el miedo a la soledad, provoca las llamadas disonancias cognitivas premonitorias. Nuestro cerebro inventa posibles escenarios con resultados fatídicos. Lo que bloquea la toma de decisiones. Ello explica por qué hay personas atrapadas en relaciones amorosas tóxicas e infelices, porque se mantienen trabajos que oprimen o porque se soportan tratos y comportamientos vejatorios. El miedo a la soledad es el monstruo que habita nuestras noches de insomnio. La forma de autosabotaje más salvaje.

Por otro lado, este mundo líquido de hiperconectividad induce nuevas adiciones. Somos adictos a los dispositivos móviles para no aceptar que le tenemos pánico a la soledad. Somos adictos a las relaciones líquidas que no exigen requerimientos altos de energía y empatía, para no aceptar que nos da miedo el compromiso. Mientras tanto nos dejamos arrastrar por esta modernidad líquida donde es más fácil tener sexo con una persona que compartir una conversación profunda sobre el sentir de la vida.

La soledad elegida.

Por su parte, la soledad elegida puede tener efectos positivos sobre la salud; regula nuestra energía, nos permite descansar y hacer un "reset" mental; nos ayuda a la reflexión, los momentos de soledad nos dan la oportunidad de conectar con nuestros pensamientos de una manera más íntima; refuerza la empatía, los ratos con nosotros mismos hace que conectemos mejor con nuestros sentimientos y aprendemos a valorar más a otras personas; mejora el rendimiento personal, aumenta nuestra productividad y eficiencia; evita los apegos emocionales porque aprendernos a disfrutar de nuestros momentos a solas y a no depender de terceras personas para ser felices; evita los apegos tóxicos al ayudar a establecer vínculos afectivos sanos; y nos convierte en personas selectivas, elegimos compartir nuestro tiempo por placer y no por necesidad.

La soledad puede ser una opción vital. Para conocernos a nosotros mismos y sentirnos en paz. Se puede disfrutar en soledad de la vida, de un viaje o de un vino. La soledad elegida nos permite encontrarnos, analizarnos, sentirnos e incluso amarnos. Y aquí radica otro miedo. El miedo a no encontrar lo deseado y descubrir que no somos lo que imaginábamos. Pablo Neruda a este respecto reflexionaba diciendo que “algún día en cualquier parte, en cualquier lugar indefectiblemente te encontrarás a ti mismo, y esa, solamente esa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas”. Nada más terrible que conocernos bien y odiarnos. Nada más bello que descubrirnos y amarnos.

La soledad te permite conocerte, saber quién eres, saber en qué te has convertido y escucharte internamente. Escucharnos en silencio. Porque el silencio es otra forma de comunicar, de sentir y de expresar. “Solo los tontos creen que el silencio es un vacío. No está vacío nunca. Y a veces la mejor manera de comunicarse es callando”, Eduardo Galeano.

¿Es acaso un fracaso personal gestionar nuestro tiempo, priorizar deseos e intereses y decidir qué proyecto de vida deseamos? Tal vez la soledad elegida no sea tan mala idea, al menos por tiempo delimitado. Sin olvidar que somos seres humanos sociales. Seres que necesitamos el contacto y la piel de otras personas. Durante la pandemia de la COVID nos dimos cuenta del valor de los abrazos, de los besos y de los afectos… El Homo sapiens necesita a otras personas y a otros seres vivos para vivir. Nuestra vida depende de que los virus y bacterias que albergamos funcionen correctamente en lo que se conoce como relaciones mutualistas. Nuestra respiración depende de que las plantas generen oxígeno. Sin embargo, bajo el sistema capitalista no han hecho creer que podemos subsistir sin otros humanos o sin otros seres vivos. Pensadlo, es imposible subsistir sin oxígeno, sin alimentos y sin amor. El alma también necesita alimento. Esa forma de pensar fuera de los límites biofísicos es la expresión de un sistema capitalista que necesita individuos sordos, ciegos y sin capacidad de pensamiento crítico. No podemos subsistir eternamente en soledad. Es la forma de morir más cruel y lenta que existe. No podemos dormir eternamente abrazados a una almohada para mitigar la falta de los abrazos y la piel de un ser querido. No podemos vivir sin amor en todas sus formas, sin abrazos, sin besos, sin afectos, sin sentirnos seres parte de este mundo.

La soledad elegida puede ser una opción vital que puede conducirnos a ser mejores personas. La soledad impuesta puede despellejarnos hasta dejarnos en los huesos sin vida. Como seres solidarios en nuestra mano está frenar la epidemia de la soledad. Ser una sociedad resiliente a la soledad es posible. Desde el plano colectivo, necesitamos poner de nuestra parte, ser empáticos y generosos con nuestro tiempo y afecto. El estado pude y debe implementar políticas públicas tendentes a frenar la epidemia, planes de choque, y presupuesto para financiarlas. Pero somos las personas finalmente las que tenemos que derrochar abrazos, besos y amor para que sean efectivas las medidas. Somos capaces de hacer cosas maravillosas cuando nos lo proponemos. Propongámonos frenar la epidemia de la soledad. 

Para dar tú opinión tienes que estar registrado.

Comments powered by CComment