2022-11-20


El mundo se ha convertido en un polvorín de inestabilidad. Al menos desde la óptica europea. En países en desarrollo, donde las hambrunas y los conflictos armados son recurrentes, quizás sientan el mismo desasosiego que en tiempos pasados. Pero para los europeos, que somos unos privilegiados, el estallido de la Guerra en Ucrania con la invasión imperialista de Rusia ha supuesto un desafío emocional.

Los humanos para sobrevivir recurrimos a fórmula para superar hechos traumáticos. Ignoramos de forma consciente lo que nos provoca miedos. Ello explica, porque hemos pasado de necesitar conocer el mínimo detalle de lo que ocurría en suelo ucraniano en los primeros días de la guerra, a ignorar las noticias que llegan de pérdidas humanas y materiales constantes. No podemos vivir en permanente alerta. Enfermaríamos. Por eso, resistir los sucesos traumáticos y rehacernos de los mismos forma parte de la supervivencia. Las noticias de prensa no ayudan a evadirse del mundo, ni tampoco creo que sea bueno conseguirlo. Por no mirar, los hechos no dejen de no pasar. En las últimas horas, el impacto de dos misiles en suelo polaco, territorio OTAN y país de la Unión Europea ha hecho saltar las alarmas de nuevo. El fantasma de la Tercera Guerra Mundial se agita con fuerza. El desosiego vuelve a corroernos.

Por otro lado, en la Cumbre del clima, la COP27 que se celebra en Egipto en estos días no parece que vaya a concluir con acuerdos válidos para frenar el cambio climático. Ello incrementa la frustración de quienes somos conscientes de que el reloj corre en contra, de las posibilidades reales de frenar las consecuencias más dramáticas del cambio climático. Las cumbres del clima deberían conducir a decisiones sustanciales para evitar la catástrofe climática a la que nos dirigimos. Pero de momento, únicamente sirve para practicar el Greenwashing, es decir, crear una imagen ilusoria de responsabilidad ecológica de compañías como Coca-Cola, patrocinadora de la cumbre y una de las mayores responsables de la generación de residuos plásticos y consumidora de agua del planeta. La COP27 será un rotundo fracaso, porque no se abordarán, una vez más, los cambios estructurales que el sistema requiere. Y no se hará, porque esos cambios destruirían al sistema capitalista y consumista basado en los combustibles fósiles. Causante del cambio global en que estamos inmersos.

Los datos conducen a pensar en un colapso irremediable a diversos niveles. En un planeta sin futuro. En la exterminación de la vida como la conocemos. ¿Por qué ser optimistas en esta situación? Porque la supervivencia depende de lo resilientes que seamos. De la capacidad de encontrar, en acontecimiento traumático, oportunidades para tomar conciencia y reestructurar la forma de entender el mundo. Lo que en la práctica se traduce en un momento idóneo para construir nuevos sistemas de valores que nos permitan creer en que un futuro es posible.


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