25-09-2022


Los fuegos devastadores que se producen en la península ibérica, aniquilan ecosistemas únicos de un valor ecológico y social incalculables. La biodiversidad de la tierra se extingue y el planeta se está convirtiendo en un lugar inhóspito para la vida. El escenario de sequía y desertificación, acelerado por el cambio climático, la falta de gestión forestal y el abandono del medio rural, son bombas de fuego y de tiempo.

El mundo se ha vuelto un polvorín de incendios, algunos fuera de capacidad de control. Es decir, imposibles de extinguir con los medios materiales y humanos actuales. - ¿Qué futuro nos espera en estas circunstancias? -. En este verano que se acaba, los protagonistas han sido los grandes incendios, mega incendios o incendios de sexta generación. Sierra de la Culebra, Las Hurdes o Sierra Bermeja son ejemplos de ello. Todo ellos han evidenciado que los dispositivos de extinción no pueden extinguirlos y son un riesgo potencial para la vida. Se van a seguir produciendo incendios forestales fuera de capacidad de extinción. Desde las Administraciones Públicas hay una responsabilidad urgente de adoptar políticas públicas de gestión forestal y prevención radicalmente diferentes a lo que se ha venido haciendo. El escenario de cambio climático obliga a tomar medidas urgentes y contundentes. A tener dispositivos de extinción y prevención de incendios bien dimensionados todo el año. Los incendios no pueden evitarse, (sobre todo cuando el 95% son provocados por negligencias o intencionalmente), pero si podemos reducir su capacidad de destrucción, magnitud e intensidad, gestionando los montes y los bosques para que sean ecosistemas más diversos, heterogéneos y equilibrados.

Cada monte quemado es una oportunidad menos para combatir la crisis climática. Los fuegos son emisores netos de dióxido de carbono y destructores de bosques productores de oxígeno. No se puede combatir el cambio global sin combatir los grandes incendios.Entre las llamas y la vida, únicamente “los de amarillo”. Cuando todos huyen, ellos van al frente de llama. El cuerpo de profesionales de la extinción y la prevención de incendios, pertenecientes al Plan INFOCA. Los bomberos forestales y agentes de medioambiente. Hombres y mujeres con experiencia, formación, capacitación y sobre todo con gran vocación de servicio público. Un trabajo no acto para todos los públicos. El calor abrasador, el humo irritante y la sed desesperante no los soportan personas no entrenadas. No son héroes, no tienen superpoderes, solo son profesionales con alma de bomberos forestales. Se podría decir que son seres de otro mundo. Altamente altruistas al poner sus vidas al servicio del bien común. Pero más allá de la épica del fuego, son personas de carne y hueso.

No podemos asegurar que saldrán vivos de las llamas. No podemos respirar por ellos cuando el humo inunda sus vías respiratorias y el calor abrasador los lleva hasta límites físicos insospechados. No podemos maniobrar las aeronaves, ni conducir los camiones por transectos impracticables. Lo único que podemos hacer es reconocer su trabajo, agradecer su esfuerzo y apoyarlos en sus reivindicaciones por unos derechos laborales justos. Los incendios huelen a muerte y suenan a destrucción. Por tierra, los especialistas en extinción construyen las líneas de defensa con azadas y motosierras, y las autobombas despliegan el entramado de mangueras de hasta un kilómetro de distancia articulado por manos expertas. Por aire, los helicópteros y aviones realizan las descargas debidamente planificadas. Apagar un incendio es un trabajo de equipo, requiere de una estratégica coordinación y de conocimientos exhaustivos. La estrategia para apagar los incendios se decide por la dirección de extinción que se asumen por unos profesionales u otros en función de la dimensión o el nivel del incendio. En algunas ocasiones son los agentes de medio ambiente, los técnicos de operación, los técnicos de extinción o los puestos de mando. En todo caso, y en función del nivel del incendio, las decisiones se basan en información sobre el territorio y deben disponer de herramientas de análisis como (cartografía, ortofotografía, etc); de un inventario de infraestructuras de comunicación y defensa potencialmente afectables por el incendio; de un análisis de riesgos con las (características de la vegetación, los modelos de combustibles, orografía, pendiente del terreno, tipo de combustible forestal, intensidad de vientos, déficit hídrico de la vegetación, recurrencia de incendios, etc.); o de la predicción y el análisis meteorológico. Ser una persona experta en incendios forestales requiere de conocimientos, formación y experiencia. Ver telediarios y escuchar a tertulianos no aporta el título de experto, solamente el de cuñado de barra de bar.

No volveremos a ver los paisajes de encinas centenarias, ni los pinares que plantaron nuestros abuelos y abuelas. No volveremos a jugar en los bosques de nuestra niñez. El futuro no se presenta halagüeño, más bien pintado del color del fuego. Y frente a este esperpéntico horizonte, únicamente ellos y ellas, “los de amarillo”. No sabemos lo afortunados que somos en esta tierra, donde tendemos a no valorar lo importante. Los bomberos forestales de Andalucía son muy buenos, unos de los mejores cuerpos de extinción del mundo. Trabajan intensamente en cada actuación, en cada conato o en cada incendio. En ocasiones no pueden llegar donde quieren porque el fuego es demasiado peligroso, las condiciones meteorológicas desfavorables, la pendiente del terreno imposible y su seguridad debe primar. No son inmunes a las llamas, al calor ni a los gases tóxicos y partículas que respiran durante horas. Por eso, cada vez que se menosprecia su trabajo, se infravalora su actuación o se cuestiona su eficiencia en boca de opinadores aficionados, sería muy conveniente recordar lo que Martin Luther King advirtió “Nada en el mundo es más peligroso que la ignorancia sincera y la estupidez concienzuda”.

Reconocer la extraordinaria labor que desempeñan los Bomberos Forestales es relevante para que sigan pensando que merece la pena dejarse la piel por proteger la vida de otros seres vivos. Se juegan la vida por todos nosotros, hasta por aquellos que los menosprecian y consideran que no hacen bien su trabajo. En este país, para los opinadores de tertulias, ni todos los medios de extinción de España y del continente Europeo serían suficientes en incendios como el de Los Guájares (Granada). Para ellos la única salida es la UME o la Unidad Militar de Emergencias, que se activa cuando se requieren medios extraordinarios estatales o la situación deriva hacia el interés nacional. Es decir, cuando no se disponen de los medios humanos o materiales suficientes para garantizar la extinción. Por lo que no podemos olvidar la primera premisa en todo incendio, no por tener más medios y efectivos, la extinción es más eficaz. El exceso puede perjudicar la operatividad del Plan. Los profesionales tienen que descansar sus horas correspondientes y hay que garantizar la respuesta del operativo en todo el territorio en caso de simultaneidad de incendios. Además, hay condiciones ambientales donde se puede actuar por más que tengas decenas o centenas de efectivos.

Volviendo a las tertulias de bar. La UME tiene una excelente unidad de promoción y marketing. Colaboran en la extinción, no obstante, quienes se manchan los uniformes son los bomberos forestales. Cuando las condiciones ambientales, meteorológicas y orográficas son adversas, y por seguridad no pueden entrar los bomberos forestales, tampoco va a trabajar la UME. Quien piense que asumen riesgos extra pueden seguir creyendo en la fe. Solicitar la intervención de la UME, infravalorando la extraordinaria labor de los bomberos forestales del INFOCA es cuestión de desconocimiento. Donde se meten los de amarillo no se mete nadie, en la boca del lobo. Por eso, a los bomberos forestales no se les suele ver en los medios de comunicación. Están en primera línea de fuego donde las televisiones no llegan. No son fantasmas, son los bomberos forestales de Andalucía, que se dejan la piel en el terreno sin grandes artilugios propagandísticos.

Evitar lo evitable es responsabilidad de las administraciones públicas. En Andalucía la Consejería de Sostenibilidad, Medio Ambiente y Economía Azul tiene las competencias en gestión forestal, cambio climático, prevención y extinción de incendios. Pero una cosa es tener las competencias y otra es ejercerlas eficazmente. Porque seguimos gastando en extinción y no invirtiendo en prevención. De los 175,1 millones de euros totales de los que disponen el dispositivo de Extinción y Prevención de incendios, 84,2 millones se destinan a prevención y 90,9 millones a extinción. Un paupérrimo presupuesto para prevención en un escenario de incendios de sexta generación y ecosistemas forestales tremendamente desequilibrados.

No podemos actuar con las mismas políticas públicas e inversiones del siglo XX, en el siglo XXI. La gestión forestal del siglo XXI, con un escenario de cambio climático y de abandono del medio rural, son un desafió que requiere de Gobiernos valientes que apuesten por conservar el valor ecológico y social del patrimonio natural como bien común. Los superincedios serán cada vez más frecuentes, intensos, virulentos y recurrentes. Hay que invertir en gestión forestal como una prioridad política de máximo nivel. Necesitamos un medio rural vivo donde las personas interactúen con su entorno, ejerzan labores agrarias, ganaderas, corcheras, resineras, etc. Necesitamos políticas de gestión forestal destinadas a crear paisajes en mosaico y ecosistemas forestales resilientes. Necesitamos un dispositivo de prevención y extinción de incendios completo al 100% los 365 días del año, adaptado al escenario de emergencia climática. Invertir en prevención es invertir en vida y futuro.

Una pregunta recurrente en este contexto es ¿Por qué los gobiernos siguen apostando por la extinción y no por la gestión forestal o la prevención? - Quizás la respuesta esté, donde siempre, en el dinero. Detrás del fuego hay un negocio lucrativo. Por ejemplo, las aeronaves de extinción pertenecen a entidades privadas. La Audiencia Nacional investiga desde hace años el supuesto amaño de contratos para la extinción de incendios por parte las propietarias de las aeronaves. Según la información que obra en el sumario, han podido defraudar a las administraciones públicas hasta los 250 millones de euros en 20 años. Al ponerse de acuerdo para distribuirse los contratos públicos de extinción y acordar precios de licitaciones. Esta presunta trama de amaños de contratos públicos, conocida como 'el cártel del fuego', afecta a seis comunidades autónomas: Comunitat Valenciana, Andalucía, Cataluña, Islas Baleares, Castilla-La Mancha y Extremadura y fuera de nuestras fronteras llega a Portugal, Italia y Chile. No hay mucho margen para contratar con empresas de aeronaves de extinción porque la oferta es muy limitada. Por otro lado, a excepción de los medios aéreos pertenecientes al Ministerio de Transición Ecológica, que son operados por personal del 43 Grupo del Ejército del Aire, ninguna comunidad autónoma dispone de medios aéreos propios. Ni tan si quiera la UME. Por otra parte, quien no tiene medios propios, los puede contratar. Eso ha debido de pensar la Xunta de Galicia gobernada por el PP de Feijóo que lejos de ampliar los medios humanos públicos del dispositivo de extinción y prevención, ha optado por conveniar con la UME por un módico precio 469.604,41 € los servicios de prevención de incendios forestales. No todos los gobiernos tienen las mismas políticas de prevención y extinción de incendios. Hay una diferencia abismal entre comunidades autónomas y dispositivos. Por ejemplo, Castilla y León, gobernada por el PP y VOX se negó a ampliar el dispositivo pese a los miles de hectáreas arrasadas este verano y los problemas severos del personal para llegar a todos los incendios. No, no todas las políticas son iguales.

La sombra del negocio del fuego sobrevuela. La opacidad en la aportación de datos por parte de las administraciones públicas no ayuda nada a evaporar las sospechas. El coste de apagar los incendios no se conoce con exactitud. Según la Agenda Forestal de Navarra 2019-2023, "puede rondar los 10.000 euros/hectárea cuando intervienen medios aéreos, a los que habría que sumar el importe de las tareas postincendio". En Andalucía, la Cámara de Cuentas, organismo fiscalizador, argumentaba que era imposible conocer cuánto se gastaba la Junta de Andalucía realmente en prevención y extinción. Más allá de los anuncios rimbombantes del presupuesto general anual del INFOCA, se desconoce la ejecución real de los fondos destinados a prevención o gestión forestal. Al igual que se desconocen los trabajos realizados por AMAYA e INFOCA y los trabajos realizados por entidades silvícolas privadas.

Si la hoja de ruta de Moreno Bonilla y del Gobierno de Andalucía (PP) es debilitar lo público para beneficiar a lo privado, va a tener enfrente a uno de los colectivos más luchadores y guerrilleros de Andalucía. Los bomberos forestales no se acordaban ante colosos de llamas, menos ante chantajes de privatización. El otoño se torna movido. El 15 de octubre finaliza el periodo de alto riesgo y con este, el contrato de 700 bomberos forestales eventuales, precarios y en su mayoría en fraude de ley, que solo trabajan 4 meses al año. Algunos acumulan hasta una década de campañas. Mil euristas quemados. Que en alto riesgos son tratados como héroes y agasajados con palmaditas en la espalda y que en otoño son expulsados a patadas del INFOCA. Bomberos forestales precarios, imprescindibles para realizar los trabajos de gestión forestal y prevención que necesita esta tierra. Transitar de las masas forestales homogéneas y continuas hacia paisajes en mosaico heterogéneos y discontinuos requiere, además de voluntad política y presupuesto, de cientos de manos y almas con vocación de servicio público. No podemos permitirnos perder profesionales cualificados.

Tierra, aire, fuego y agua son los cuatro elementos que generan el paisaje del futuro y que forman parte de la esencia de los bomberos forestales. Son los héroes y heroínas de Andalucía quemados y maltratados por la administración pública. Los bomberos forestales son padres, madres, hermanas, hermanos, hijos, maridos y compañeras que además de las manos manchadas de cenia y el olor a quemado en su piel, quieren llevar a casa un sueldo estable y digno. No se les puede pedir que entreguen su vida a cambio de inestabilidad y precariedad. El invierno se aproxima y con él el olvido. Los grandes incendios dejarán de abrir telediarios, y las tertulias pasarán a los siguientes temas de actualidad. En el imaginario colectivo de la ciudadanía, el recuerdo de los incendios se evaporará y con ello las posibilidades de los grandes cambios sociales. Parece mentira, pero tenemos que defender con uñas y dientes que el INFOCA siga siendo un dispositivo de prevención y extinción de incendios, público. Parece mentira que tengan que seguir reivindicando la estabilidad laboral para toda la plantilla, que el dispositivo esté completo al 100% todo el año, que se reconozca la antigüedad laboral o que se firme un convenio colectivo digno a la altura de las necesidades.

Los incendios van a seguir coexistiendo con la humanidad. Son agentes modeladores de los ecosistemas. Estaban en la tierra antes que los humanos. Tienen una función en la ecología de los ecosistemas. Por tanto, podemos seguir intentando enfrentarnos a ellos cuando tienen toda la potencia, la furia y la capacidad destructiva, o podemos intentar que no prendan con tal energía. La delgada diferencia está, en invertir en gestión forestal y prevención para transitar hacia ecosistemas sanos, maduros, diversos y equilibrados, o seguir dejando que los acontecimientos nos arrastren como un tsunami de fuego.


 

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