14-08-2022

En un mundo distópico, la humanidad estaría más preocupada por la escasez de hielo en su vaso de Mojito que en el Polo Norte. Lamentablemente no es distopía. Mas bien es la cruel y patética realidad. El Sexto Informe de Evaluación del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) es muy claro, el cambio climático constituye una amenaza cada vez más grave para nuestro bienestar y la salud del planeta.

Durante los últimos 10 años, la capa de hielo de Groenlandia ha perdido 215 millones de toneladas por año, y desde 1979 la superficie del hielo del mar Ártico ha disminuido de 3,5 a 4,1% por década. Tenemos datos más que relevantes para preocuparnos por lo importante y no solamente por la urgente. Preocuparse más por no tener hielo en el vaso que porque los Polos se derriten, únicamente tiene un nombre “miopía inter temporal”. Descrita como la ausente voluntad para sacrificarse en el presente en aras de la sostenibilidad futura. En este sentido, el neodarwinismo explica este comportamiento mediante la enfática y excesiva competición entre individuos egoístas como forma de autodestrucción controlada. Parece que sería más sensato para la supervivencia de la especie construir formas simbióticas de relaciones entre sí y con el mundo que nos soporta.

En 1948, Gerge Orwell escribió la distopía más conocida, 1984. En esta obra maestra identifico la perdida de la dignidad, el mal absoluto, la denigración del ser humano con la vigilancia constante mediante un “Gran Hermano”. En su mente, la barbarie Nazi, el totalitarismo Estalinista y la perdida de democracia en las “democracias occidentales”. Esta distopía no parece tan errada si tenemos en cuenta que existen organizaciones mundiales encargadas de “dirigir el mundo” como si los 8.000 millones de habitantes de este planeta únicamente fuéramos títeres en manos de unas élites:

Desde 1920 funciona el Chatham House, con sede en Londres, conocida internacionalmente como Instituto Real de Asuntos Internacionales, es el equivalente británico del Council on Foreign Relations estadounidense. Con el objetivo de crear un Gobierno Mundial, que tuvo su primer prototipo en la Sociedad de Naciones y, después de la Segunda Guerra Mundial, en las Naciones Unidas.

Desde 1921 funciona el Consejo de Relaciones Exteriores, en inglés Council on Foreign Relations (CFR), con base en Nueva York como extensión del Royal Institute of International Affairs de Londres (Chatam House) asesora al Departamento de Estado de EE. UU. En cada conflicto, determina los objetivos bélicos en interés de sus miembros. Fuera de control democrático. También participa en la redacción de una historia oficial cada vez que es necesario condenar los errores del pasado y rehacer el relato. Financiado por 200 multinacionales, cuenta con 4.200 miembros cooptados, entre los cuales se escogen la mayoría de los dirigentes gubernamentales. La élite del business elabora la política exterior de los Estados Unidos por consenso y a puerta cerrada. Al día de hoy cuenta entre sus principales contribuyentes a la Fundación Rockefeller y a la Fundación Ford. Entre sus miembros, líderes de los principales fondos de inversión financieros del mundo: BlackRock y Blackstone, con enlaces a la Casa Rothschild.

Desde 1954 funciona el Club Bilderberg o el “Gobierno del mundo en la sombra”. Celebra reuniones anuales a las que asisten más de un centenar de invitados del ámbito político, económico y de los medios de comunicación, entre ellos algunos de los hombres y mujeres más poderosos del mundo. Se trata de jefes de Estado y de gobierno, ministros, banqueros centrales, economistas, administradores delegados de las principales multinacionales, jefes de Estado Mayor y directores de medios de comunicación y editoriales más importantes de Europa y América del Norte. Forman parte de este selecto club personajes como Henry Kissinger, Durao Barroso, Hilary Clinton, John Kerry, Bill Gates, George Soros, David Rockefeller y Rupert Murdoch, y personajes de casas reales europeas, entre otros miembros de la élite política y económica mundial. Del Steering Committee, forma parte la presidenta del Banco Santander, Ana Botín; Juan María Nin, Caixabank; César Alierta, Telefónica; Henri de Castries, presidente de la aseguradora AXA; John Elkann, presidente de Fiat; Michel O`Leary, consejero delegado de Ryanair; el exdirector ejecutivo de Google, Eric E. Schmidt; y el CEO de Airbus, Thomas Enders. Ana Botín ejerce como delegada del Club Bilderberg en España desde 2017, cuando relevó en ese puesto a Juan Luis Cebrián (presidente del Grupo Prisa hasta 2018). La presencia de España en los encuentros del Club Bilderberg ha sido siempre relativamente numerosa. Además de la reina Sofía, han sido habituales un selecto grupo de empresarios como José Manuel Entrecanales (Acciona) y Joaquín Almunia (en su condición de comisario europeo). Otras personalidades que han asistido son Esperanza Aguirre, Jaime Carvajal Urquijo (financiero, amigo de juventud del rey Juan Carlos, miembro de la Trilateral), Javier Solana, Rodrigo Rato, Juan Antonio Yáñez Barnuevo, Pedro Solbes, Jordi Pujol, Manuel Fraga, José María Aznar, José Manuel García-Margallo, María Dolores de Cospedal, Narcís Serra y Bernardino León. Todos ellos, élites blancas de Europa y Norteamérica. Entre sus objetivos el control de la población humana, el precio del petróleo, el control de los movimientos políticos y sobre todo la construcción y consolidación del “Nuevo Orden Mundial”.

Desde 1971 funciona el Foro de Davos, conocido como el Fondo Económico Mundial creado por Klaus M. Schwab, quien también ha sido miembro de la Junta Directiva de Bilderberg. El Foro se financia con las contribuciones de unas 1000 empresas asociadas. En su Junta directiva, encontramos al CEO del principal fondo financiero global (BlackRock); al Director Ejecutivo de Nestlé; al Presidente de Siemens; representante de la Organización Europea para la Investigación Nuclear; a la directora gerente del Fondo Monetario Internacional; al presidente del Banco Central Europeo; al director general de la Organización Mundial del Comercio; representantes de las Naciones Unidas y CEO’s (Directores Ejecutivos) de grandes empresas globales.

Desde 1973 opera la comisión Trilateral, una organización internacional privada creada por David Rockefeller, exmiembro ejecutivo del Council on Foreign Relations (Consejo de Relaciones Exteriores) y del Grupo Bilderberg y que aglutina a personalidades destacadas de la economía y los negocios de las tres zonas principales de la economía capitalista: Norteamérica, Europa y Asia-Pacífico. Precisamente la inclusión de miembros de Japón en la década de los 70 es la principal diferencia con Bilderberg, que se restringe a los países miembros de la OTAN. En alianza con el Club Bilderberg, la Comisión Trilateral juega un papel decisivo en la creación del “Nuevo Orden Mundial”. Tomando decisiones sobre cómo utilizar la riqueza, como aglutinar el capital en mano de sus fundadores y como controlar a la población. La Trilateral reúne a personalidades procedentes de países como Argentina, Chile, Ucrania, Israel, Jordania, Brasil, Turquía, China y Rusia. Han acudido en alguna ocasión directivos españoles como Nemesio Fernández Cuesta, consejero delegado de Repsol; el abogado y financiero; Antonio Garrigues Walter; el empresario, Alfonso Cortina; Ana Patricia Botín, presidenta de Santander UK; y el ex ministro del PP, Abel Matutes.

Como vemos, gran parte de los miembros de Bilderberg son a su vez miembros de la Comisión Trilateral y del Consejo de Relaciones Exteriores, además de otras entidades e instituciones con ánimo de control mundial como Chatham House o el Foro de Davos. Lo que revela un entramado circular de organismos de coordinación global de las élites del poder económico para controlar el poder mundial y general el “nuevo orden mundial” que necesita gestionar cada momento de la historia de la humanidad para seguir perpetuando su poder.

Mientras la mayor parte de la población es conducida a la apatía y desterrada de toda conciencia política y crítica, las grandes corporaciones y los ricos trabajan para asentar su poder y perpetuar sus privilegios. Utilizando el consumismo y el odio del último de la fila, contra el penúltimo como armas de pulsión. Sin el despertar de la conciencia crítica y política de las mayorías como contrapartida a los discursos hegemónicos, la humanidad está condenada a la sumisión a los intereses espurios de las élites poderosas.

A Orwell le preocupa que el “poder” robará la decencia a la gente de a pie. Pero no se ha podido evitar. Crisis (Burbuja inmobiliaria de 2008) tras crisis (recesión mundial de 2022), guerra (Irak, Afganistán, Siria) tras guerra (Ucrania), pandemia (COV-19) tras pandemia (Viruela del Mono) asistimos a una mutilación de las democracias, de la dignidad de las personas, a la cercena de derechos y libertades en post del crecimiento económico, de la estabilidad geopolítica, en definitiva, del mantenimiento del establishment.

Decía el economista Galbraith que la memoria social de cada timo dura unos quince años. El tiempo de una generación, que madura lo suficiente como para volver a dejarse engañar. Ruletas de colapsos inducidos que soportamos estoicamente sin revelarnos, más allá de las disidencias funcionales del sistema. Ese viejo lema de los de arriba contra los de abajo es más real que nunca. El 1% del mundo gobierna al 99% de la humanidad. Y no nos referimos a los Gobiernos o los Estados que poseen estructuras más o menos democráticas. Me refiero al “Gobierno del mundo en la sombra”. Pandemias mundiales que matan a millones de personas, cuarentenas obligatorias, confinamiento de las poblaciones, puestos de control de la policía y el ejército, tarjetas de identificación biométrica, y un mundo controlado por los gobiernos de arriba hacia abajo, con prácticas absolutamente dictatoriales como leyes que restringen derechos fundamentales. Esto no es la descripción de lo ocurrido con la COV-19 sino lo que describe un informe del año 2010 de la Fundación Rockefeller, denominado «Escenarios para el Futuro de la Tecnología y el Desarrollo Internacional» en el cual se describe una pandemia exactamente igual a la COV-19. Como consecuencia, las seudodemocracias derivarían a estados totalitarios, basados en unos férreos controles por parte de las Fuerzas y Cuerpos del Estado sobre; las ideas; los movimientos de las personas; la economía; o los derechos y libertades. ¿Distopía? No, tremenda realidad. Deberíamos preguntarnos cómo es posible que en 2010 un informe de la Fundación Rockefeller contuviera el relato casi perfecto de lo que acontecería en el mundo en 2019. Recordemos que la Fundación Rockefeller es miembro desacatado de Council on Foreign Relations,  del Club Bilderberg y de la Comisión Trilateral entre otras instituciones.

La lógica implacable nos obliga a escuchar con atención lo que nuestros dirigentes nos cuentan, y discernir que quieren realmente transmitir con aquello que omiten. Porque en lo que callan están la verdadera cuestión sobre la que se debate.

El “Gobierno del mundo en la sombra” requiere de situaciones que generen miedo e incertidumbre a la población. Sirviéndose de acontecimientos traumáticos como hambrunas, pandemias, crisis (económica, financiera, inmobiliaria, energética, etc.), guerras, o del caos socio político como herramientas de control. Sin recuperarnos de la Pandemia de la COV-19 en septiembre de este año, a la vuelta de las vacaciones, nos espera la ya denominada “recesión del 2022” provocada supuestamente por la inflación, la subida del precio de la energía, los combustibles o los precios de los alimentos, todo ello soportado en el relato de la Guerra en Ucrania. Muy acertada y necesaria para los intereses de los EE. UU. y, por tanto, para el Council on Foreign Relations. El bucle empieza a estrecharse sobre el cuello de la humanidad. El suelo sigue templando bajo nuestros pies con un catastrófico resultado. Un miedo cada vez más profundo al futuro y, por tanto, una capacidad mayor de sumisión a los intereses de las élites.

El llamado Nuevo Orden Mundial, nos dice Chomsky, que es como el viejo, pero con otro disfraz. Ese “gobierno del mundo” garantiza; el dominio universal de las naciones ricas sobre las pobres; la doblegación de los pueblos a los intereses de las élites poderosas; la utilización de las leyes para someter a los débiles; la creación de marcos normativos complejos para favorecer a los poderosos. A los pueblos se les impondrá los principios de la «racionalidad económica», mientras los ricos se aprovechan del poder y de la intervención del estado. ¿Y cómo es posible que el 99% de la población no se subleve contra el 1%? - Naomi Klein lo explicaba con la Doctrina del Shock utilizada por el poder para lograr controlar y domesticar al pueblo. Los acontecimientos traumáticos como (guerras, crisis, pandemia, etc.) conmocionan al pueblo. Es esta conmoción la que se usa para imponer medidas impensables antes del acontecimiento traumático. Para muestra un botón, durante la pandemia de la COV-19 en España se impuso el confinamiento como medida esencial, vulnerándose los derechos fundamentales de circulación, residencia y reunión. No obstante, para la opinión pública esta vulneración de derechos fue un mal necesario y justificado, arrancando un pedacito más a la deficiente democracia española.

Desenmascarar las mentiras sobre las que se asienta este mundo es una tarea demasiado ardua para hacerlo como lobos solitarios. Conformemos una manada. Como Gramsci nos diría “Instrúyanse, porque necesitamos toda nuestra inteligencia. Conmuévanse, porque necesitamos todo nuestro entusiasmo. Organícense, porque necesitamos de toda nuestra fuerza. 

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