31-07-2022
Si hablamos de la Inquisición es imposible no mencionar a Tomás de Torquemada, un hombre recto en sus convicciones religiosas que en su obrar era minucioso e insobornable.
La leyenda negra que pesa sobre él y la institución inquisitorial fue fraguándose a la par que se ha querido manchar a la monarquía española y en general a toda España. Por ignorancia o por una obnubilada perspectiva se desconoce que los tribunales inquisitoriales no sólo obraban en la Península Ibérica, sino que, además aplicaban unos castigos muchos más duros en otros países europeos. Aquí en España se utilizaban en torno a 3 instrumentos de tortura y siempre con la precaución médica de que el reo no muriese. Eran tribunales estatales autorizados por el papado constados de funcionarios que tenían derecho a usar la tortura en casos excepcionales cuando había discrepancias sobre las pruebas y culpabilidad del acusado o había falta de testigos. Torquemada fue el ideólogo de la expulsión de los judíos y aplicaba la misma vara de medir incluso con los Reyes Católicos, de forma que días antes de que se promulgara el edicto de expulsión, un judío bastante influyente y con enorme poder adquisitivo ofreció una suculenta suma por aplazar tal decisión. Fray Tomás de Torquemada presente le dijo a Fernando entonces: “Judas vendió a Nuestro Señor por 30 monedas de plata, su majestad está a punto de venderlo de nuevo por 30.000”. Era tal la aversión hacía los judíos que centró sus esfuerzos en apresar aquellos “falsos conversos” de forma exponencial en sus primeros años, además de moriscos, protestantes, sodomitas, y brujas, estos en menor medida, pues en España eran más escépticos en torno a la brujería. Gracias a Juan Antonio Llorente y su obra de 1817 que se empezó a hablar de 32.000 personas ejecutadas durante el período que dura ésta. Sin embargo, tras el trabajo objetivo de un grupo de especialistas se valorado en 2.000 o 1.300 víctimas en el transcurso de tres siglos. Sólo en París durante la noche de San Bartolomé hubo 3.000 muertos.
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