03-07-2022
Todos hemos visto a Pippi Långstrump, una niña pelirroja pecosa de trenzas un tanto características, acompañada de un mono, el señor Nilsson, y de un caballo con llamativo aspecto alunarado llamado Pequeño Tío. Un caballo de raza Appaloosa.
La versión más extendida sobre su origen es la de que fueron los españoles quienes los trajeron en barco hasta América llegando hasta los nativos americanos Nez Perce que desarrollaron una cría selectiva hasta conseguir tal y como conocemos hoy esta raza tan pintoresca. El nombre Appaloosa se cree que es en honor al río Palousse, en Idaho, en cuyo entorno esta tribu hacía vida. En ciertas cuevas del sur de Francia miles de años atrás han aparecido pintados caballos moteados. Y curiosamente la realeza francesa mostraba predilección por él. Luis XIV y Luis XV aparecen en cerámica del Palacio de Versalles montando uno de estos corceles y en otra montado en un carruaje tirado a la cabeza por también dos de estos caballos. Tras el segundo viaje a las Américas comenzó un envío de equinos en masa desde Sevilla, instaurándose en Santo Domingo un gran centro equino de cría. A su vez de forma casual o no alguno de los caballos acaban en libertad creando manadas que en el sur recibían el nombre de Cimarrones y en el norte de Munstang. Así es como se cree que llegaron a manos de los Nez Perce, pero debido a la voluntad de destruir y masacrar de los colonos de raza blanca se entró en guerra con los nativos o pieles rojas quiénes hicieron lo posible para proteger sus tierras, cultura y sus propias vidas. Algo que no tuvo lugar, y perdieron entre tanto sus apreciados caballos que muchos acabaron muertos o pasaron a manos de la caballería americana, quiénes por medio de castración y de que algunos se entrecruzaban con otras razas fue perdiéndose el legado de los Nez Perce. No fue hasta 1930 cuando casi había quedado extinguida la raza y fue un hortelano de Oregón que decidió recuperar a los Appaloosa, comprando los que podía por todo el país y comenzando una selección de cría.
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