14-08-2022

En estos tiempos tan extraños hacemos villanos a unos y héroes a otros. Basta con que alguien por la pantalla de la tele nos clasifique así para que los que estamos al otro lado lo repitamos sin más.

Bien, es cierto que ha habido colectivos de trabajadores y trabajadoras que han merecido nuestro aplauso y agradecimiento por el desempeño de sus funciones: sanitarios, transportistas, trabajadoras de la ayuda a domicilio, trabajadores de la limpieza… Un aplauso y un agradecimiento que no nos compromete a nada.

Harina de otro costal es cuando además de esos aplausos se introduce en el debate mejoras salariales, mejores pensiones, indemnización por desempleo, etc. Aquí empiezan las discrepancias, porque ya la ideología cuenta. Si esos mismos trabajadores y trabajadoras a través de sus sindicatos reivindican derechos en forma de salario mínimo interprofesional, mejores condiciones laborales, pensiones públicas, estabilidad en el empleo, salario digno…, los aplausos se tornan en reproches para una parte amplia de población que antes aplaudía.

3 de la tarde, 40 grados a la sombra en Madrid, un trabajador de la limpieza, subcontratado, seguramente con un sueldo mileurista, a lo sumo, comienza a trabajar. Dos horas más tarde un golpe de calor acaba con su vida. Ese mismo día la muerte de José Antonio es noticia. Otros desenlaces parecidos de otros tantos trabajadores, Móstoles, Plasencia…ni siquiera aparecen en las noticias. Con uno basta.

Mientras tanto, ¿cuáles son los debates en las tertulias de los sabios de nuestras televisiones?: ¿los derechos de los trabajadores?, ¿la ley de prevención de riesgos laborales?, ¿las inspecciones para que se cumpla la legislación laboral? No, los debates se centraban en las medidas que individualmente debemos de tomar ante las olas de calor que nos asolan: beber mucha agua, ir por la sombra...Sabios que son ellos.

Se decía en plena pandemia, y el confinamiento al que estábamos sometidos, que, tras la crisis provocada por el Covid-19, todo iba a cambiar, y los más optimistas pronosticaban que la sociedad iba a ser mejor. Por el contrario, los más pesimistas predecían que todo iba a seguir igual, o incluso peor, apoyándose en una realidad palpable: el sistema no iba a cambiar, los interese de los que detentan el poder iban a ser los mismos, por tanto, no había razones para pensar que todo iba a mejorar. Las sociedades no cambian con solo hacer un ejercicio de voluntarismo si no es porque se dan las circunstancias que favorezcan cambios en profundidad y organización y fuerza para provocarlos, y no se da ni una cosa ni la otra.

La guerra de Ucrania, una más de tantas, la crisis económica derivada de ella está provocando que una vez más sean los más vulnerables, los países empobrecidos, los parias de la tierra los que retroceden aún más en sus ya precarias y miserables condiciones de vida.

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