... En el centro del conflicto está la venta a pérdidas que muchos agricultores tienen que hacer 

2024-03-10

 

Movilización en el campo

 

Soy hijo de un pequeño agricultor y conozco el campo y a los campesinos y campesinas de mediados del siglo pasado y a los de ahora suficientemente para comprender y sentir sus problemas y reivindicaciones. Sé y sentí las interminables jornadas de trabajo, además de la infravaloración, del abandono y de marginación que se daba a esos agricultores pequeños y medianos que trabajaban y sudaban sus tierras. Muy al contrario del trato que se tenía al terrateniente y señorito propietario de extensas fincas. Hoy, afortunadamente, la situación no es la misma en cuanto a la concepción que se tiene del agricultor y del campo, aunque tampoco es la que merece.

Históricamente, el agricultor ha sido conservador y poco dado a la movilización para afrontar los muchos problemas que ha tenido. El principal de ellos ha sido que no se les han pagado sus productos de manera justa para que su pequeña y mediana explotación le fuera rentable. Para los grandes propietarios sí que les han sido rentables por aquello de la economía de escala.

Uno de los problemas que, desde determinados sectores agrícolas, plantean es las medidas que deben tomar para que sus explotaciones sean sostenibles, tal como se pide en la agenda 2030 en favor de la conservación del planeta. No se ha oído a ninguno de estos sectores agrícolas decir que detrás del cuestionamiento de estas medidas están las grandes multinacionales de los productos fitosanitarios con inmensos beneficios y responsables del deterioro del suelo y del deterioro de la biodiversidad.

En el centro del conflicto está la venta a pérdidas que muchos agricultores tienen que hacer

porque en los tramos intermedios de la cadena alimenticia abusan de su poder los intermediarios y las grandes marcas de supermercados como Mercadona, Eroski, Día, etc. Y, salvo excepciones, a nadie se ha visto en las puertas de estas grandes superficies.

No falta razón a los agricultores cuando denuncian que mientras los productos de los países de la UE tienen que observar medidas sanitarias, por lo de seguridad alimentaria, a los que vienen de fuera no se les exige, al menos con rigor, esas mismas medidas. A esto hay que ponerle también una observación no menor que es que muchos de esos productos entran tras acuerdos bilaterales entre países impuestos por grupos de presión (lobby) con intereses que poco tienen que ver con la agricultura.

No podemos ni debemos olvidar que la política agraria común se aprueba en Bruselas, por tanto, es a la UE a quien hay que pedirle también cuentas, donde, por cierto, tienen mayoría el Grupo del Partido Popular Europeo y el Grupo de Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas que se reparten los puestos del Consejo y la mayoría del Parlamento. No estaría de más que una de las reivindicaciones fuera un reparto más justo de las subvenciones. En 2020, las diferentes empresas de la Casa de Alba cobraron en subvenciones de la PAC más de tres millones de euros, según el Independiente, nada sospechoso. Estas mismas empresas vinculadas a los herederos de la Duquesa de Alba se han embolsado en los últimos cuatro años 5,3 millones de euros en subvenciones, al menos, procedentes del Ministerio de Agricultura, según lamarea.com.

El pequeño y mediano agricultor, o agricultora, tiene motivos para movilizarse, sin embargo, no estoy tan seguro de que esté apuntando a la diana adecuada porque, para algunas organizaciones que promueven las protestas, sospecho que sus objetivos son otros.

Por último, hay un sector de vital importancia para que el sector agrícola funcione y este es el de los jornaleros y jornaleras, que también tiene problemas tan importantes o más que el de los propietarios. Será objeto de mi modesta opinión en otro artículo.


 

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