9-10-2022
El 15 de octubre se celebra el “Día Internacional de la Mujer Rural”. Los que hemos nacido y vivido en el medio rural somos testigos de la importantísima contribución de la mujer en la articulación de la sociedad en los pueblos. Ellas son las que se ocupan de las tareas de la casa, del cuidado de los enfermos y abuelos, de la educación de los niños y niñas… y cuando llega la recolección de las cosechas también se incorporan a los tajos. Especial mención a las anteriores generaciones, que, sin tener agua en las casas, sin electrodomésticos que las ayudaran, sin electrodomésticos, sin colaboración… “sacaban su casa” adelante con jornadas interminables y agotadoras en el tiempo de las campañas recolectoras.
Hoy, en el siglo XXI, siendo la mujer rural un tercio de la población mundial y un 43% de la mano de obra agrícola, su trabajo sigue siendo discriminado, ignorado y sin derechos. Mundialmente, con pocas excepciones, todos los indicadores de género y desarrollo muestran que la mujer rural se encuentra en peores condiciones que el hombre de campo y que las mujeres urbanas. La mujer sigue sin acceder a la propiedad de la tierra, a créditos, a materiales agrícolas; tampoco disfruta de un acceso equitativo a los servicios públicos como educación, sanidad, etc. Las barreras estructurales y las normas sociales discriminatorias continúan limitando el poder de la mujer en la participación política dentro de sus comunidades.
En nuestro entorno más cercano la aportación de la mujer a nuestra comunidad es fundamental y troncal: lleva la organización del hogar, el cuidado de los mayores, la educación de los hijos… al mismo tiempo que aporta una importante parte de la renta de las familias. Y sin embargo está desprotegida, pues no suele cotizar a la seguridad social, no puede o tiene dificultades para cotizar al Régimen Especial Agrario por causa de no ser contratada como jornalera en la época de la aceituna, es escasa su aportación a la actividad política, no dirige a empresas ni participa en las cooperativas, cuando muchas de ellas son las propietarias, y son infravaloradas cuando se atreven a participar en política, participan en asociaciones culturales o deportivas, incluso, cuando tienen la osadía de tener un rato de ocio sin su pareja.
En definitiva, prescindir del potencial de la mujer rural, y en general de la mujer, es limitar la capacidad de desarrollo que esta sociedad tiene. Necesitamos, de manera inmediata e imprescindible, que esta sociedad asuma urgentemente el empoderamiento de la mujer para que así pueda incorporarse como titular de las explotaciones agrícolas, participe en las cooperativas y se incorpore a puestos de responsabilidad, asuma funciones en los órganos de dirección de las fuerzas políticas…
El movimiento feminista también tiene una deuda pendiente con la mujer en el medio rural.
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