SEBASTIÁN LÓPEZ MATEOS

 "Apelo al ser humano como tal, sin más.

2024-08-25

 

¡Alto el fuego!

 

Renuncio ya de entrada a buscar un calificativo para describir las consecuencias del bombardeo de una escuela de Gaza por el ejército de Israel en la que han muerto más de cien personas refugiadas, entre las cuales había niños y niñas. Ni siquiera estoy seguro de si sirve para algo que escriba este artículo denunciando esta masacre, este genocidio y esta vergüenza para el género humano. Probablemente, los lectores habituales pasen página cuando vean de qué va el artículo, no ya por ser insensibles a esta barbarie que estamos viendo y viviendo en directo, sino por el horror y la impotencia que sienten. Es la misma sensación, la misma rabia, la misma irritación y el mismo bochorno que siento al mirar las imágenes de la masacre y no hacer más (iba a decir no poder hacer) para parar tanta muerte. Porque ya no basta con responsabilizar al régimen sionista de Netanyahu y a nuestros gobiernos, lo que hay que mirar es hacia nosotros mismos como seres humanos y preguntarnos si estamos haciendo lo posible, lo necesario, e incluso, lo mínimo para detener el exterminio de un pueblo.

A pesar de mis dudas, de mi exasperación y de mis propias contradicciones, he decidido seguir adelante con el artículo siquiera sea para justificarme a mí mismo que todavía hay un halo de esperanza al que agarrarse para que termine esta pesadilla. Y tengo todavía una pizca de esperanza de que esto puede terminar porque “a mis cortas luces” no alcanzo a comprender cómo se puede asesinar a tantas personas inocentes, cómo se puede arrasar a pueblos y ciudades donde moran niños y niñas, cómo se puede bombardear hospitales llenos de enfermos, personal sanitario y también refugiados, cómo se puede echar a seres humanos de sus casas y arrojarlos hacia ninguna parte como si fueran basura. Todavía albergo la esperanza de que quede algo de racionalidad, mejor dicho, de humanidad, y se ponga fin a tan horrendo genocidio. Renuncio también a justificar con argumentos históricos, económicos, geoestratégicos… la irracionalidad de este sinsentido.

Apelo al ser humano como tal, sin más.

Cerca de 40.000 muertes, entre ellas niños y niñas, dos millones de desplazados (el 90 % de la población palestina) sin techo, sin comida y sin agua; miles de enfermos de cáncer, mujeres embarazadas, infectados con hepatitis y otras enfermedades sin medicamentos ni atención médica no son razones suficientes para detener el exterminio de un pueblo. ¡Cuántas razones más son necesarias!

Miremos a los ojos de esos niños y niñas que vagan por las calles cubiertas de escombros en busca de la nada, miremos a esos padres y esas madres que con sus hijos e hijas heridas en brazos corren desesperados en busca de una asistencia médica que no van a encontrar, miremos a esos rostros, consumidos por el tiempo y por la desgracia, de esos abuelos y abuelas que lloran en la recta final de sus vidas la pérdida de sus familias, mirémonos nosotros mismos y preguntémonos qué mundo estamos legando a las generaciones que vienen detrás.

Entre tanta podredumbre alcemos la voz y gritemos: ¡ALTO EL FUEGO! 


 

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