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SARA MARTÍNEZ "la ciudad comienza a hacerse insoportablemente habitable. |
2025-09-07
La otra cara del turismo
Hace poco, una amiga me preguntó que estaba pasando con el tema turístico en Barcelona, pues no es extraño que sea noticia. Aunque parece positiva la cifra de 85 millones de turistas que tuvo España en 2023, lo cierto es que esconde otra realidad. Esto es: más encarecimiento en viviendas, más souvenirs, más saturación en transporte público y la despersonalización de las fiestas populares. Recuerdo andar un día por Urquinaona y escuchar en la lejanía un desfile de gritos y protestas con carteles donde se denunciaba la continua reaparición turística y con ello el peligro de la subida del consumo. Esto me hace tener una dualidad como pensamiento, es decir, entiendo que los turistas tienen interés y deseos de viajar a otro país y aprovechar la época vacacional, pero ¿quiénes no hemos sentido ese mutuo interés del viajante? ¿Qué imagen estamos dándoles si los miramos con mala cara y queremos echarles de esta preciosa ciudad? Por otra parte, entiendo la mirada de quien se queja, como residente, me afecta de igual manera la masificación turística, pues están subiendo los precios y la ciudad comienza a hacerse insoportablemente habitable. Las calles se atestan, los robos se intensifican, el miedo comienza a tomar más espacio, incluso en el metro ya es habitual sentir ese pálpito de la incertidumbre. Las ramblas son intransitables cualquier día de la semana. El turismo mata lo que admira, lo avasalla, impacta ambientalmente provocando playas atestadas, consumo desmedido de agua y luz, más basura, más contaminación y precariedad laboral, donde el empleado es afectado por contratos temporales y escasa bonificación. Algunos destinos turísticos han alzado la voz. Barcelona ha anunciado la eliminación de pisos turísticos para 2028. Venecia implantó una tasa para visitantes. Los destinos menos frecuentados hacen su aparición para no colapsar las ciudades que si lo son. En Barcelona, que es donde resido, se ve a diario esta masificación de la que hablo. Se intensifica el ruido, la pernoctación de bebedores que gritan en mitad de la calle, las frecuentes peleas, la irresponsabilidad cívica, etc. Si el turismo no se subsana, acaba destruyendo la autenticidad y cultura del lugar. Se deberían evitar las aglomeraciones en las zonas concurridas, aunque no se puede controlar todo. Deberían repensar en ampliar temporadas, sostenibilidad en el consumo, frenar el alto coste en alquileres y restauración. En muchas ciudades españolas, los habitantes piden proteger con urgencia su patrimonio y poder frenar la masificación, protestando en las calles, luchando por que se les escuche.
Viajar no debería evadir, sino descubrir desde el respeto. Con esto no quiero decir que el turismo no sea positivo, pero debe tener límites. Paradójicamente, hay pueblos que necesitan el turismo para que el lugar resurja del olvido. Una ciudad solo puede latir si sus habitantes hacen que sea posible.
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