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“Hoy en día, hemos aprendido a huir de nuestra voz y no priorizar nuestro instinto, nuestro auténtico latido.” |
2023-06-18
Siempre que cojo un taxi procuro entablar una breve conversación con el conductor, siempre que se muestre dispuesto, claro. Hay viajes donde se necesita el silencio, otros donde poder estar lejos de todo por un instante. Otros, donde una conversación puede hacer cambiar tu punto de vista. En un solo día he tenido el privilegio de entablar conversación con un distinto conductor en un breve trayecto de ida y otro de vuelta. En el viaje de ida el joven provenía de una ciudad árabe. Tenía puesto en el reproductor de música una suave canción en su idioma. Me relajó. Es agradable escuchar otro tipo de música distinta a la que estamos acostumbrados. Hablamos también de la sociedad, de esa forma de pensar a la que muchos se aferran. Hablamos de matices de su ciudad, la violencia, la mafia, el dinero sucio. Más vale tener un gran corazón que mucho dinero, pensamos al mismo tiempo en voz alta. A pesar de que hicimos algún rodeo por despiste y sabiendo que casi llegaría justa a mi trabajo, eso no me importó. Me gustaba compartir ideas, alguna reflexión y saber que después de todo no somos tan distintos. Él me dijo que tenemos por costumbre creer que nos separa una mentalidad, una religión o una apariencia. Pero no es así. En el fondo compartimos un miedo, un pellizco de felicidad, una sonrisa, una conversación, una emoción. Cuando nos despedimos me sentí como si alguien hubiese vertido sobre mí una clase de amor que procesamos todos los humanos, como esa civilización que somos y convivimos. Esa clase de amor que deberíamos tener a menudo de un desconocido. Sin nada a cambio. Solo bondad y humildad. En el viaje de vuelta, tuve la suerte de compartir una agradable conversación con el conductor. Me sentí cuidada, ya que me ofreció agua y aire acondicionado. Recién yo salía de trabajar y estaba exhausta. Durante el camino hablamos del cambio de tiempo, estos días, las bajas y altas temperaturas, la melancolía que suscita un día gris, la lluvia y su olor, ese olor llamado petricor y que rara vez se dice. Hablamos de su País natal: Colombia. Llevaba años en España, pero uno siempre pertenece a su raíz, dijo. Me contó que había vivido brevemente la dura época del conflicto armado interno de su país y que por eso la novela el olvido que seremos le hizo llorar tantas veces. Hablamos también de mi gusto por la escritura y sobre qué me gustaba escribir. También sobre libros y escritores. En resumen, una breve conversación puede hacerte feliz como una taza de café a primera hora de la mañana. Te enseña a conocer otros territorios, otras personalidades, una igualdad más cercana, pues hoy en día se nota más aún la ausencia de un saludo, una sonrisa mutua, una conversación sin tener que mirar de reojo el reloj por si el tiempo te advierte de tus otros quehaceres. Hoy en día, nos sumergimos en tecnologías, móviles, ausentismos de observación hacia lo que nos rodea. Hoy en día, hemos aprendido a huir de nuestra voz y no priorizar nuestro instinto, nuestro auténtico latido.
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