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“aquí estamos, con la vista perdida y el paso cambiado, esperando a que nos salven del futuro que nos prometieron, pero que nunca llegará. |
2023-08-13
Hoy me despierto en mi lugar habitual de vacaciones, al fresquito del norte. Y tengo que reconocer, que seguimos reescribiendo los guiones de algunas obras maestras del cine que, en su día, solo sirvieron para cumplir uno de sus objetivos. Me explico: En una de ellas, uno de nuestros mejores directores, ya desaparecido, nos contaba una situación en la que la España del blanco y negro, se afanaba en salir de la pobreza y el oscurantismo que supuso la guerra civil y lo que finalmente fue casi peor, la gran presión que supuso estar aislados del resto del mundo, durante una durísima posguerra. Primero, por el gran atraso que todavía hoy, sufrimos, en parte, respecto a los países del mundo occidental. Y segundo, la inmensa pobreza que nos atenazaba al pueblo llano, y que solo conseguíamos sortear, gracias a ser herederos naturales del lazarillo de Tormes.
En ella, vemos cómo un pueblo entero se echa a la calle, ataviados con sombreros de ala ancha y mantilla, (galas de la solemnidad patria), con banderitas y cánticos de loa a los nuevos “hados” del mundo, los americanos y su afamado plan Marshall. En la que ellos pasan raudos y veloces en grandes coches negros y, ni siquiera, paran. Dejando a los vecinos, con su alcalde al frente, absortos y noqueados, mientras todas y cada una de las peticiones que habían recogido en una lista oficial, que había abierto el ayuntamiento, para que los americanos que repartían millones como si fueran caramelos, la hicieran realidad. Atrás quedaron los tractores, las lavadoras y demás modernidades que les iban a arreglar la vida.
Ahora, los americanos, son nuestros políticos, con Pinocho al frente, como adalid del inmenso trile, en que se ha convertido la vida “moderna”. Puesto que, sin aparecer, porque está intentando vender lo que queda de España, mientras hace como si estuviera de gira cultural por Marruecos. Todos sus acólitos y voceros gritan a los cuatro vientos, que los españoles hemos hablado, consiguiendo con ello, apartar a la temida “ultraderecha”. Y los vecinos del pueblo, con su alcalde al frente, perplejos y mudos, compramos esa mercancía defectuosa, en la que han conseguido convertir ese Estado de derecho, cada vez más fallido. Gracias a retorcer leyes e instituciones, eso sí, a cambio de llenar de mierda y lodo, las togas en el camino. Para hacernos olvidar que un día ya lejano, fuimos un país con memoria y dignidad. Y aquí estamos, con la vista perdida y el paso cambiado, esperando a que nos salven del futuro que nos prometieron, pero que nunca llegará. Porque todo lo que nos cuentan, es una inmensa lista que ellos han abierto, pero como pasarán de largo, nunca se cumplirá. Para ello, estamos dispuestos a comprar cualquier mercancía, que nos evite ver la realidad. Que no es otra que, negar lo que nos ha traído hasta aquí, nos lleva al precipicio. Ya que gracias a ese discurso apocalíptico que nos hacen tragar, negamos incluso a la ciencia. Y con ello, renunciamos de forma voluntaria a avances técnicos, que, al abaratar sus costes de producción, permitió que los pobres pudiéramos tener acceso a comodidades como el coche, el frigo, y hasta poder viajar en avión, por decir algunas cosas que hasta ahora nadie cuestionaba. Mientras nos sisan hasta la posibilidad de comer incluso pipas, cuestión básica para poder disfrutar del cine de verano.
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