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Hace años, cuando ver la tele aportaba algo positivo, incluso en algunas ocasiones el placer de aprender algo nuevo. Había un programa llamado Biblioteca nacional, que empezaba con… |
2023-05-07
Hace años, cuando ver la tele aportaba algo positivo, incluso en algunas ocasiones el placer de aprender algo nuevo. Había un programa llamado Biblioteca nacional, que empezaba con una canción cuyo título y estribillo, decían: todo está en los libros. Eran años en que el conocimiento, por el mero placer de saber, incluso era reconocido. Todos queríamos ser o, al menos yo, como el recientemente desaparecido Fernando Sánchez Dragó y sus invitados. Y siempre terminaba con el mismo pensamiento, taladrándome la consciencia: “como me gustaría a mí llegar a hablar así, con esa seguridad que te otorga tu esfuerzo por conocer ese algo”. Así siempre terminaban, al tiempo de hablar de libros, que rápidamente yo buscaba leer, para saber que querían decir todas aquellas mentes tan brillantes que pasaban por el mismo: Tamames, Escohotado, Losantos, Arrabal, Sampedro, Eco o, como alguna vez que otra, se acordaban del legado de nuestro querido y malogrado Félix Rodríguez de la Fuente.
Y de esa manera me llegaba incluso a preguntar acerca del mito y el símbolo. Así, como de su papel en la historia de la humanidad. Recuerdo que, en una de esas búsquedas, que no comprendí del todo entonces, pero que ahora se llenan de significado. Durante mi lectura de la Odisea, en la canción XIII, la diosa Circe advierte a Ulises de los grandes peligros que tendrán que sortear y vencer camino de Ítaca, especialmente al canto de las sirenas. Y yo me decía: si el mito es un tipo especial de símbolo y este es el cómo si dijéramos la célula constitutiva inicial del conocimiento. Este subsistirá mientras conserve su estructura narrativa. Porque fundamenta la experiencia humana, ordenándola, otorgándole ese orden. Luego lo realmente importante es captar el sentido de lo expresado, según le otorga el entendimiento de su significación. Teniendo en cuenta que el pensamiento humano cumple una función comunicativa, ya que nunca se queda en lo inconsciente, sino que termina siendo comunicado y, por tanto, consciente. Siendo precisamente ese, el papel de todo ese conocimiento, la significación que cada cual le otorga.
Convirtiéndose en la más importante de todas, la compartida por una comunidad social. Y así, de esa forma iban pasando las horas, los años sin añadir nada más que lo que leía, pero no interpretaba. Ahora la cosa ha cambiado. Ahora que empiezo a ser viejo, un poco más reposado dentro de la vehemencia como “célula” de mi esencia. Y escucho esas sirenas posmodernas, conocidas como la Yoli decir que va a implantar la herencia vital para los que cumplan 18 años; a Pinocho que va a construir no sé cuántos cientos de miles de pisos. A ese prócer del sentido común que es Alberto Garzón, alias el solomillos, decir que la inflación es debida al tremendo margen de beneficios empresariales sin avergonzarse y, para hacerse valer, dice que eso es contabilidad. Todos a ver quién canta el mejor de los cantos de sirena que nos hagan apartar nuestro rumbo de la Ítaca, que fue ese estado del bienestar que empieza a sufrir un fuerte ataque de estrés, debido a las continuas exigencias imposibles de satisfacer. Pero eso sí, de un populismo y una belleza musical, que la gente lo celebra con servicio de trompetería y palma real. Sin vislumbrar la terrible oscuridad de la sima a la que nos van a llevar, todos estos “vendehumos,” a sueldo de la agenda globalista, impulsada por personajes tan “altruistas” como Soros, Gates, etc.
Y es que como empezaba este artículo, ¿cómo he podido olvidar que todo está en los libros? Tan solo hay que saber leer entendiendo aquello que lees. Que siempre ese entendimiento lo conseguirás, relacionando lo nuevo con algo anterior. Bien porque lo completa o bien, porque lo falsa y termina con ello, imponiendo un nuevo paradigma.
Por lo que habría que preguntarse: ¿realmente son tan peligrosos los cantos de las sirenas? En este caso, y me temo que, en todos, sí. Porque el árbol, no debe, ni puede escondernos al bosque. Siendo este último, en mi humilde opinión, la pérdida de nuestra soberanía.
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