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2024-08-11
Fangoman
Según nos dice la historia moderna de España y la actualidad lo refuerza, los españoles nos empeñamos en vivir en una realidad que no existe. Pasó en 1898, cuando todos los periódicos, reforzados por los discursos políticos, estábamos ganando la guerra a la todopoderosa USA, hasta que llegó derrota y la humillación de esa rendición, que nos despojó de lo poco que nos quedaba. Que aumentó, con mucho, la crisis tanto económica, como del sentimiento patrio. Tanto que nos hundió en una depresión colectiva durante años.
Un poco más tarde, llegó el desastre del protectorado de Marruecos, que nos costó miles de muertos. Que no fue superado, hasta que Abdel Krim cometió el terrible error de creerse todopoderoso y se metió con Francia. Fue entonces cuando también acabó él mismo. Puesto que, entre las tropas de Francia y España, aplastamos las bravuconadas del moro. Si lo llamo así, porque lo era. Porque con eso también se ha impuesto la impostura política a través de sus discursos buenistas y progres, que nos hacen creer que esa palabra es despectiva per se. Cuando no lo es, ya que viene de la provincia romana Mauritania tingitana, que más o menos equivalía al norte de África, especialmente a la parte más occidental. Razón por la cual a sus pobladores se les denomina así.
Luego vino la caída de los Borbones, con Alfonso XIII en el trono.
Bien es verdad que se lo iba ganando con sus tremendas, incluso indecorosas veleidades. Como consecuencia, lo que había empezado con gran esperanza, terminó con la huida del monarca y su familia. De modo que se instauró la segunda República, con la ayuda y empuje de los mismos políticos y militares, que antes habían hecho la ola al monarca. Si esos mismos hicieron creer al pueblo llano, que iban a atar a los perros con longaniza. Para lo cual esos trileros, que suelen ser los políticos, vertebraron un discurso demoledor: el que convertía al pueblo en virtuoso por republicano, frente a una monarquía autoritaria y corrompida. Incluso se hicieron coplillas para la cuestión: “¡No se ha marchao, que le hemos echao!”; y otra aclaraba por qué: “¡Alirón, alirón, Alfonsito es un ladrón!”. Tanto era asi, que a uno de los políticos que se habían cambiado la chaqueta, le preguntaron en una entrevista: ¿es cierto todo lo que hablan del rey? A lo que este respondió: eso no es lo importante. Lo importante es que el pueblo lo cree.
De esa forma, nos embarcamos en un cambio de régimen que no costó ni un solo tiro, cuando si de algo entendíamos los españoles era precisamente de eso. De repente todo era de color de rosa, todo iba a ser mejor y mucho más moderno. Iba a mejorar la educación, el campo, la economía, la convivencia y, por supuesto, las condiciones de vida del pueblo llano. Pero de repente se impuso la realidad de nuevo, y todo fueron enfrentamientos cainitas, porque con la esperanza no se come. Ya que lo que unos querían, los otros no. Si no, todo lo contrario. Incluso se hizo una Constitución nueva para ello, eso sí, muy moderna. Pero que echaba del sistema a la mitad de la población. Tanto es así, que el mismo presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, ya vaticinaba antes de cumplir el primer año de ese nuevo régimen, que acabaría con una guerra civil. Que por cierto fue tremenda. Incluso él mismo, acabó muy mal, puesto que esa misma República por la que tanto había luchado, lo despojó de sus bienes y de su dignidad. A través de insidias y trilerismo organizado por Indalecio Prieto y auspiciado por Manuel Azaña, con apoyo de sus principales protegidos, valga la expresión, como Portela y Martínez Barrio.
A esto le siguió una dictadura militar encabezada por el general Francisco Franco, que al final fue el más listo de la clase. Durante los primeros años de la misma, la dirigió con mano de hierro y mucho plomo. Mientras el pueblo llano se moría de hambre y de miseria. Puesto que si fuera poco sufríamos un bloqueo internacional que nos asfixiaba. Poco a poco, se iba consolidando su régimen y ese bloqueo, se fue haciendo cada vez más laxo, hasta desaparecer. Fueron los mejores logros económicos de la historia de la España moderna. Todo lo cual iba deshaciendo a los opositores como un azucarillo en el café. Pero conforme iban pasando los años y el general envejecía, fue cuando empezaron de nuevo las luchas intestinas por esa cosa que conocemos como poder. Y aunque nos cuenten la milonga que su caída fue gracias a la lucha antifranquista de la oposición, que no existía. Salvo algunos coletazos de los comunistas, hasta que terminó de convenirle a otro trilero sanguinario conocido como Stalin. Porque la verdad es que fue el mismo régimen, el que se encargó de su caída. Ya que el movimiento intelectual naciente entre sus más jóvenes y brillantes adeptos, fueron realmente los que transicionaron a esa estrategia pensada fundamentalmente por un gran Torcuato Fernández Miranda, al cual defenestraron posteriormente. Y que presentó como la ley a través de la ley, hábilmente encabezada por Juan Carlos I y Suárez, al cual también defenestraron. Al cual el mismo Franco había proclamado su sucesor a título de rey. Pronto los políticos organizaron el cotarro de la democracia. Hicieron una Constitución que el pueblo español votamos con un amplísimo consenso. Y aunque no era perfecta, ya que proclama la igualdad como principio rector, cuando esto no es verdad y solo lo aguanta el papel. Puesto que esa igualdad es totalmente ficticia, ya que beneficia a unas comunidades autónomas frente a las restantes. Aun así, todo iba sobre ruedas y con mucho esfuerzo y trabajo, salimos adelante. Incluso fuimos ejemplo para otros.
Pero pronto los políticos de nuevo, empezaron en su lucha particular por el poder. Pero sin olvidar el dinero, claro está. Porque de eso es de lo que va la película. Y cada vez que accede un nuevo presidente al poder. Siempre dice lo mismo, es el pueblo el que manda, porque el pueblo es soberano. Cuando la realidad es, que es el paganini, de todos sus desmanes y desvaríos. Para lo cual retuercen las leyes a su antojo y poco a poco, nos endeudan más.
Pero desde mi humilde punto de vista, todo este camino, ha llegado al cénit. Con trileros, que además no tienen ética ni moral.
Porque mal íbamos con Aznar, solo preocupado en casar a su hija como si fuera una princesa.
Peor seguimos con Rajoy, cobarde como él solo, exclusivamente preocupado por la tranquilidad de no hacer nada, como los percebes, porque la economía iba bien. Pero pronto llegaron los profesionales del trile. Y como los tahúres del Misissipi, han ido copando todas las instituciones del Estado hasta corromperlas. Como recientemente hemos comprobado con el mal llamado Tribunal Constitucional y su desvergonzado perdón a sus compañeros de partido implicados en ese robo tremendo conocido como el Caso de los ere. Aunque antes hubo muchos más. Que hábilmente han ido haciendo que duerman el sueño de los justos. Pero no pasa nada, nadie hace nada. Y la siguiente, siempre es peor. Primero fueron sus cameos con los mismos pistoleros que antes asesinaban incluso a sus mismos compañeros, y que juraron y perjuraron que nunca pactarían con ellos. Hoy se reparten el presupuesto. Luego fueron los indultos para los golpistas catalanes. Si esos que no iban a dar nunca. Más tarde ha sido la amnistía, esa misma que era ilegal incluso para ellos mismos. Y ahora es romper de nuevo la Constitución y su principio de igualdad y solidaridad fiscal. Que solo hace unas semanas, negaban porque era imposible. Pues ahora es lo mejor que nos podía pasar, porque hay que ser justos con el federalismo que quiere imponer por la puerta de atrás, todo lo cual aumentara la deuda pública. Y todo a cambio de poder, aunque sea por unas semanas, porque ya se sabe lo que dice esa máxima de: andando yo caliente… Mientras nosotros nos vamos hundiendo cada vez más en el fango, la situación es tan mala, que algunos ni siquiera pueden comer de forma saludable, por no poder comprar lo necesario. Pero no pasa nada, nos gustan las mentiras envueltas de papeles de colores. Aunque también puede ser consecuencia de chapotear en tanto fango. Del que ha surgido ese superhéroe llamado Pedro Sánchez, más conocido ahora como Fangoman, que ha convertido el trile en arte. Ya que no miente, solo desconoce la verdad. Porque cambia de opinión, como el que cambia de calzoncillos.
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