9-10-2022


Hoy nos levantamos con un poco más de negro. Negra el alma y negro el porvenir. Pero por encima de todo, el color negro tiñe eso que llamamos libertad. Hoy se nos ha ido Jesús Quintero, “el loco de la colina”. Un periodista de raza, universal y valiente. Indomable, cualidad que le valió muchos enemigos, a los que nunca se rindió. Razón por la cual, tuvo que cambiar de medios y empresas. Sin embargo, siempre en los medios en los que estuvo, dejaba su impronta, a pecho descubierto, cual legionario. Y le daba igual a quien tuviera delante.

Todavía tengo en la memoria algunas entrevistas suyas, míticas. Como la que le hizo a otro de los grandes personajes del siglo XX, Antonio Escohotado, titulada los terrores del milenio. Allí teníamos a dos personajes, uno que se vanagloriaba de ser valiente e independiente y algo gamberro, en una profesión, como la de periodista, muy propensa a la genuflexión. Y en el otro extremo, a un gran “pensador”, quizás el último de esa hornada de pensadores hechos y formados fundamentalmente en España, sea cual sea el momento en el que nacieron y vivieron. Pero que siempre sentaba cátedra allí donde iba. Eran como dos líneas que nacieron para ser paralelas, pero con el tiempo terminaron por encontrarse en un punto común que podríamos denominar, con un trazo muy grueso, como cultura. Esa curiosidad y esa tremenda ambición por conocer, por el mero gozo de saber.

Maestro como pocos, del manejo del silencio. Que se iba clavando poco a poco alrededor de sus entrevistados. Algo parecido a esos números circenses de tiempos pasados, en los que se sacaba a un voluntario del público, se le situaba en el centro de una diana y el “artista” le iba lanzando cuchillos. Que poco a poco le creaba una terrible ansiedad por terminar el número, por lo que terminaba confesando aquello que iba persiguiendo. Esa era, a mi juicio, la filosofía de entender su trabajo a ese monstruo que hoy lloramos.

Si, es verdad que últimamente ya estaba en muy malas condiciones, razón por la cual, de vez en cuando, se le invitaba a conferencias y charlas informales, como de favor. Sin embargo, siempre terminaba asomando el león, aunque viejo y herido, no deja de ser un león. Porque ahora mismo, me viene a la memoria la que al menos para mí, ha sido su última aparición pública, para mala suerte de su “invitador”, Carlos Alsina. Allí amargamente se quejaba Jesús de la falta de preguntas, como divisa fundamental en la actualidad. En la que Alsina, intentaba arrinconar a ese león, a quien creía equivocadamente tan herido, que podría humillarlo. Sin embargo, eso no fue así. Terminó siendo dueño del tiempo, presentando la verdad del tiempo que nos embriaga a través de ese truco de trilero, que nos presenta un espectáculo de mal gusto casi siempre. Puesto que se basa en la infamia, en lo chabacano y cuanto más obsceno, vacío y soez, mejor. Y así nos va.

En esa aparición pública en la Universidad de Málaga dejó patente que el león estaba vivo y dejó patente también, que su último trabajo lo iba a titular Mis queridos hijos de puta. Si esos que estáis pensando, que nos manejan a través de medios y “profesionales” bizcochables, al servicio del abismo oscuro al que nos quieren llevar. Por todo ello, la verdad ha perdido uno de sus adalides de esa verdad de tiempos pasados, de los sin voz. Adiós Jesús, hasta siempre. R.I.P.


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