MANUEL PEGALAJAR PUERTA

 "tenemos un caso de compra-venta de leyes en el chiringuito montado por el exministro de Hacienda,

2025-08-24

La alhóndiga de Montoro

Los incendios y la canícula casi han borrado el rastro del caso Montoro, el caso de corrupción más potente de la historia de este país de todos los demonios durante la etapa democrática en la que, en teoría, estamos –el franquismo no lo tenemos en cuenta porque en ese período la corrupción era el estado natural de las cosas.

A mayor número y más desproporcionados incendios, más frágil se vuelve la atención y/o la memoria del ciudadan@ medi@ porque, a su vez, más débil es el foco de atención de esos constructores de la realidad que son los medios de comunicación. De modo que ahí tenemos un caso de compra-venta de leyes en el chiringuito montado por el exministro de Hacienda, el paisano Cristóbal Montoro, y ya me dicen si, aparte de un golpe de Estado convencional, con militares armados y gritando se sienten, coño en sede parlamentaria, existe algo más parecido a torcer la democracia que este cambalache leguleyo, esta alhóndiga que al final quedaba sancionada por el BOE tras su paso por unas cámaras legislativas cuyas mayorías también entraban, lógicamente, en el lote de la lonja que ideó nuestro ilustre cambileño.

Y es que en este ‘Jaén ni pollas’ somos así, no se nos pone nada por delante y, puestos a vender, ponemos en el escaparate, si hace falta, el BOE para su venta por fascículos y, parece que al bueno de Cristobitas le hacía falta, seguramente porque debía ir mal de cuartos, que la paga de ministro no se estira tanto como parece y debía de faltarle sueldo o sobrarle mes.

El caso es que, si no es por alguna rara avis como Ernesto Ekaizer, Montoro y su mega prostíbulo leguleyo —todo presunto, oiga— habría desaparecido por completo de la plaza pública hasta tanto se hubiera producido alguna novedad judicial al respecto, es decir, vaya usted a saber cuándo teniendo en cuenta la velocidad con la que actúa la justicia en España en según qué casos, y en el del chiringuito de Montoro, el denominado Equipo Económico que, en realidad era un equipazo a la vista de sus resultados legislativos, no parece que nuestra tuerta —del ojo izquierdo— justicia se vaya a dar tanta prisa como en el denominado caso Koldo empapelando al personal y enviando al talego a algunos, que aquí sigue habiendo clases y clase y lo de todos somos iguales ante la ley suena muy bien, pero en Navidad con el ahora emérito contándonos chistes con su indiscutible gracejo.

Ya se verá —quien lo vea— cómo acaba este caso que involucra a casi tres decenas de personas, muchas de ellas personajes, empezando por nuestro ilustre paisano que, también teniendo como espejo al mismísimo Borbón, el campechano, nos recordaba siempre que venía a cuento que Hacienda éramos todos mientras él y su equipazo económico se ponían las botas –presuntamente, no vayamos a pollas, que decimos por aquí-, con el puesto de compra-venta de leyes abierto en la tercera planta de la calle Velázquez número 28 de Madrid.

Y yo que creía que lo de ser patriota consistía, básicamente, en pagar impuestos, tener una ética rayando lo impoluto y silbar o tararear la inexistente —afortunadamente— letra del himno nacional en los partidos de la selección, cuando las señas de identidad patria, como nos recuerdan una y otra y otra vez insignes patriotas como el campechano o el paisano Cristobitas son eludir al fisco, ser como mínimo suboficial de la corrupción y ya, para obtener el cum laude del patrioterismo, tener los cuartos —cuantos más y más ilícitamente obtenidos, mejor— en Suiza o en algún paraíso fiscal.

Si es que algunos no nos enteramos.


 

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