JUAN CANO PEREIRA 

"Canciones de dos minutos como una lista de tareas, de reproches o maledicencias

2025-08-24

Dos minutos

Más recortes que la Sanidad madrileña o andaluza; más todavía que la educación pública en estas y otras comunidades autónomas españolas; o que las partidas destinadas a la prevención del cambio climático en los presupuestos autonómicos que el Partido Popular aprueba con el beneplácito de Vox, han experimentado las cancioncillas pop del top diez, quince y hasta el veinte del momento. Dos minutos es ahora el límite mágico que separa el éxito del fracaso, y menos de treinta, cuarenta segundos el tiempo del que dispondrá la melodía y la letra para enganchar a un público con déficit de atención permanente.

 

Dos minutos te dan para desperezarte mientras haces la cama: ese fallido intento diario por borrar tu ansiedad, tus miedos, tus pesadillas de las arrugas de las sábanas. Dos minutos son más que suficientes para exprimir toda la acidez de tu alma y restregarte después su bilioso jugo en tu impoluta camisa blanca de las apariencias. Solo dos minutos, incluso algo menos, y saldrán por patas del cajón de tu ropa interior todas tus inseguridades, todas tus vergüenzas. Sesenta segundos primero, y otros sesenta después, y le habrás sacado tal brillo a tu árbol genealógico, que las impurezas y las taras genéticas desaparecerán bajo su refulgencia. Ciento veinte segundos, segundo arriba o segundo abajo, y ese ordenado desorden de tu escritorio del que tanto te pavoneas, se lo llevará de paseo por un par de días un repentino ataque de TOC. Dos miserables minutos bastan para hacer desaparecer de tu bandeja de entrada toneladas de spam (másteres en autoayuda, cursos de desinformación, préstamos garantizados por el mismísimo Satán…) y atender después los correos de tu siempre insatisfecho yo interior, quejándose, para variar, de tu crónico desdén.

 

Canciones de dos minutos como una lista de tareas, de reproches o maledicencias dirigidas a tu enemigo o a tu ex. Aunque, si me dejan escoger, siempre me quedaré con el minuto cuarenta y ocho segundos que Joan Manuel Serrat dedicó a ese «rescoldo que siempre queda tras la combustión de los sentimientos» que creíamos extinguidos por el transcurso del tiempo y por nuestra ausencia, que como una aparición se te presentan sin avisar en un rincón, en un papel, en un cajón, o te acechan detrás de la puerta. Un minuto cuarenta y ocho segundos magistrales llenos de esas pequeñas cosas que nos tienen a su merced y que nos hacen que lloremos cuando nadie nos ve. Todo lo demás son pequeñas cancioncillas pop, banalidades superfluas que, de un año para otro, pasarán de moda.


 

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