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JUAN CANO PEREIRA "La música pasó de la banda de los cutres a la orquesta de los premium |
2025-07-27
Desintonizados
Pensaba en las grabaciones de Koldo, en su fijación por grabarlo todo y desde siempre. En que pudiera que algunas, las más antiguas, las hubiera conservado en cintas de casete, porque las hubiera hecho con un magnetofón, tal vez heredado de su padre o de un tío; uno de aquellos magnetófonos con micrófono de últimos de los setenta, como el que yo tuve alguna vez y en el que jugaba con mi hermano a las entrevistas o a la radio.
Pensaba en los veintiséis millones de folios que, calcula la UCO, ocuparían la transcripción de todas las conversaciones. Ya de paso, pensaba también en cómo ponerte a rebobinar todo eso y que la cinta se terminara enganchando en el mecanismo porque el motor del radiocasete se estropeara, cansado ya de tanta conversación soez acerca del dinero y de tanta vulgaridad babosa derramada sobre las mujeres. Pensaba en todo aquello puesto ahí, en una estantería a la vista de todo el mundo, también, por supuesto, a la vista de la Guardia Civil que, cuando entró en la casa, solo tuvo que leer los lomos de todas aquellas cintas, clasificadas por años y por «cantantes» intervinientes.
Pensaba en eso, en toda la ruindad que podían abarcar esos veintiséis millones de folios llenos de ruido y de basura, de mucha basura, cuando la música saltó a la otra acera, o como diría Gabriel Rufián, la música pasó de la banda de los cutres a la orquesta —vestidos de chaqué y perfectamente coordinados— de los premium. Aunque dudo que en esa otra acera algunos se hayan dado por enterados, siquiera por aludidos, ya que esta gran actuación estelar, con el maestro Montoro a la batuta, no aparece, como lo de Koldo, Ávalos, Cerdán, el hermano, la mujer, el suegro y el «okupa de la Moncloa» ocupando los titulares en primera plana, sino, como mucho, los encontramos en una esquina de la portada.
Pensaba en eso, en la diferente manera de estar en la prensa, en las televisiones o en las redes la corrupción de los premium, comparada con la de los cutres. Imaginé entonces cómo podía sonar esta noticia —otra más sobre la corrupción española, venga de donde venga— en los oídos de quienes hace unos días bramaban en su congreso nacional mientras torcían la boca con exagerada chulería contra «la mafia», arrogándose a su vez a cada golpe de pecho «la democracia» como algo propio, convencidos plenamente de estar inventándola de nuevo en el preciso instante de su baño de masas ante sus correligionarios. Pensaba en todos los que estaban en aquel púlpito y que parecen haber adelantado unos días sus vacaciones. En cómo el ruido zafio de su vocinglería mitinera había dado paso al ruido de sus cerebros, como un televisor desintonizado.
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