... la improvisada pista que va del pasillo al salón, sería mi opción, no sin antes tropezar mi codo contra uno de los cuadros remedo de Guidó

2023-10-08

 

 

Caso Perdido

 

Hubo un momento en que creí que te habías rendido. Lo veía en la expresión de tus ojos que me tenían descolocado. Porque bastaba que me acercara a ti, sobre todo si no me esperabas, como cuando te cogía por la espalda y tu cuerpo se volvía plastilina, amoldándose a mi boceto de abrazo entre las manos, para conseguir que el día se transformara en una agradable certeza. Eso no quitaba que, acto seguido, me reprocharas haberlo hecho: que cómo me atrevía después de todo, que era un caso perdido.

Un caso perdido, perdiendo el tiempo una vez más, y haciéndotelo perder a ti, porque «no seas tonto, que ya voy tarde», aunque yo solo pretendía aprovechar esa ductilidad que aún domina tu cuerpo recién despierta y, después de abrazarte, no sin antes hacer girar tu pereza maleable —esa propiedad perteneciente a tu cadera de sueño y plastilina—, invitarte a bailar aquella otra canción de La Mode. Como si la casualidad nos hubiera hecho coincidir en cualquier fiesta, ahora que nuestra riqueza es únicamente esa memoria mentirosa y traicionera que todo lo trastoca, reinventando nuestra vida, todo lo que hemos sido como pareja hasta ahora.

Dar vueltas en

la improvisada pista que va del pasillo al salón, sería mi opción, no sin antes tropezar mi codo contra uno de los cuadros remedo de Guidó

que adquirimos en Dominicana, cuando nuestra luna de miel; cuando todavía nadie, ni tú ni yo ni nadie, sentía haber perdido el tiempo al ritmo de este vals robado que, entre mis risas y tus reproches, nos llevaría hasta la cocina. Una vez allí, varias serían las posibilidades: incendiar este presente, este aquí y ahora, con nuestros recuerdos menos manidos, incluso poner toda la voluntad disponible, dadas las horas y la falta de ese primer café que me recoloque y te vigorice, para crear nuevos recuerdos o recolocar o reinventar o reutilizar los que dábamos por inamovibles y ciertos. A fin de cuentas, en esta historia siempre hemos sido conscientes de estar haciéndonos trampas a la memoria. O es que… ¿acaso tú conoces una manera mejor de sobrevivir a nuestra propia leyenda?…            

Mientras tanto, mis convicciones, acertadas o no, se han ido haciendo fuertes. Han dejado de ser bailes de instituto frustrados, juegos mañaneros de cuerpos hechos una plastilina, para convertirse en armazón de mis desvaríos, y ya no tienen vuelta atrás. Y lo bueno —o lo malo, no lo sé— es que tu amor es esa agradable certeza que siempre alumbrará a este caso perdido. Nada de trampantojos dibujados por la memoria ante la distorsión que una canción pueda provocar en el recuerdo.


Para dar tú opinión tienes que estar registrado.

Comments powered by CComment