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2023-10-22
El ángel de la historia
Estando el mundo como está, más resquebrajado y roto que nunca, supurando una vez más por una de sus grietas más infames, por una herida abierta a lo largo de 41 kilómetros y que, por de pronto, y de no taponarse de una vez por todas, se va a tragar a dos millones de almas, no me apetece hoy para nada rebobinar mi casete de recuerdos musicales.
Tampoco creo yo que venga a descubrir nada nuevo con lo que opine o deje de opinar en el libre marco que me ofrece esta bendita publicación. Pero sí que me siento en la obligación de alzar mi voz como una más en la repulsa de una barbarie consentida desde hace ya demasiado tiempo y que, ahora, escudándose bajo el pretexto de uno de los más abominables y despreciables actos terrorista de los últimos tiempos, perpetrado por esos indeseables terroristas que se hacen llamar Hamás, está adquiriendo, por parte del Estado de Israel, tintes genocidas que, por momentos, serían comparables con lo sufrido por el pueblo judío durante la Segunda Guerra Mundial.
Y no es precisamente la reacción del gobierno ultraderechista de Benjamín Netanyahu la aplicación pura y dura del código de Hammurabi y su ley del talión, palabra que procede de los términos latinos tallos o tale, y que significa idéntico o semejante. Al menos en este caso, a mí no me salen las cuentas de esa supuesta proporcionalidad o identidad que requiere el ojo por ojo y diente por diente, ¿o es que acaso, esos dos mil quinientos muertos palestinos contabilizados en el momento en el que escribo este artículo son todos terroristas de Hamás?
Por de pronto, como europeos, el cierre de filas junto a Israel de la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen, más que rechazo, debería producirnos asco. Este patinazo impresionante debe ser atajado cuanto antes y de manera drástica. Consentirles a los israelitas que hagan del pasado 7 de octubre su 11S particular, sería un error imperdonable, cuyas consecuencias derivadas de la impunidad de la masacre en nombre de una supuesta defensa de la libertad y la democracia, me lleva de manera irremediable a Walter Benjamin y a su ángel de la historia:
los ojos desencajados, la boca abierta, las alas desplegadas, a punto de alejarse de algo a lo que está clavada su mirada.
Un rostro vuelto hacia el pasado, en esta catástrofe que acumula sin cesar ruinas sobre más ruinas, mientras el progreso lo impulsa —nos impulsa— en su vértigo y en nombre del futuro, a darle la espalda a la devastación.
Ahora sí que rebobino mi casete de recuerdos hasta aquella canción de Ska-P que, en su primera estrofa, rezaba así: seis millones de judíos aniquilados de la forma más cruel… de la historia hay que aprender… Las víctimas se han convertido en los verdugos… colonizando territorios palestinos… de nuevo atentando a la sensatez.
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