FLORI TAPIA 

"quitar la alarma del despertador,

2025-07-27

Último baile

“Como si fueras a morir mañana”. Me gustaría saber cómo se organizan quienes dicen haber elegido ese estilo de vida. Y me pregunto si hacen ayuno intermitente sabiendo que se pueden ir al huerto con el estómago vacío, si se quedan en casa viendo una serie, o se van al banco a sacar sus cuartos. Me gustaría saber si descuelgan el teléfono para saldar la deuda del abandono o para declarar amor eterno a alguien, o si se toman el omeprazol o el orfidal estando ya todo el pescado vendido. Supongo que no hacen la compra, que no pierden el tiempo en limpiar el espejo del baño, ni en repostar, ni viendo en tiktok vídeos de Marc Anthony en su gira por España con más copas que espadas y la mandíbula desencajada. No me imagino la muerte con la precisión de la fecha de caducidad de la tapa de un yogur, más bien, como un consumir preferentemente antes de.

Ir al podólogo o al dentista, comer en casa de la suegra, o cenar brócoli con tofu tampoco creo que esté en los planes de alguien que decide vivir con la urgencia de un moribundo, o sí, vete tú a saber, que hay gente rara de cojones.  Y es que una cosa es anclarse al presente veinte minutos al día y otra cosa es tocar el timbre de la muerte y salir corriendo. No sé, es que yo ni me lo imagino ni me lo quiero imaginar, pero está la cosa que cualquier día al tiempo que nos fumigan, nos insertan un nanochip con el temporizador en marcha y un botoncito que nos permita vivir la adrenalina de The final countdown, pero sin Joey Tempest al micrófono.

A mí no me daría tiempo a hacer realidad mis sueños la víspera. Es más, desde que le di la vuelta al jamón, pienso con cierta frecuencia que no me queda vida suficiente para hacer la mitad de la mitad de lo que me hubiera gustado hacer en esta vida, y que he llegado tarde a muchas cosas, así que me haré una lista de deseos para la siguiente. Porque sí creo en la indestructibilidad de la energía, y por más que el verano me tenga uplugged, siento cómo vibra mi cuerpo, cómo late mi corazón y cómo mi divinidad está a tope de power aun cuando duermo la siesta.  

De empezar a vivir como si fuera a morir mañana, lo primero que haría sería quitar la alarma del despertador, en un vago intento de detener el tiempo cuando ya estás en la ronda de penaltis y sabes que has quedado fuera de la competición. Y conociéndome como me conozco, el resto del día me lo pasaría llorando. Soy así. Y no creo que en esa situación fuera a reaccionar con la frialdad de piedra del beso de despedida a un muerto.

Pero de poder elegir cómo hacerlo, un último día sería perfecto en brazos del viento, con los labios pintados de rojo, descalza y escuchando For once in my life de Gladys Knight & The pips, bellísima canción que, aunque no lo aparente, tiene los mismos años que yo. Habiéndome despedido antes de apagar el móvil para siempre, con una sonrisa, una lágrima y un poema, de todas las personas que hicieron que el viaje valiera la pena.

 ¿Y tú? ¿Cómo vivirías tu último día sabiendo que vas a morir mañana?


 

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