FLORI TAPIA 

"Está enrarecido el ambiente a cuenta de los abusos, el pillaje, la obsesión por el dinero y la apariencia, de lo contrario al trigo limpio, vaya.

2025-08-10

Tormento de verano

No sé realmente qué es lo que me gusta ahora de mi pueblo, en el que cada vez me siento más rara y más desubicada. Es que a veces ya no me siento ni de aquí, que realmente nunca lo fui por más que sintiera esa pertenencia que nace de la raigambre. Pero no. Ya no. También es verdad que no acabo de encontrar mi espacio en este mundo, pero hoy la cuestión es algo más terrenal que trascendental.

Apenas conozco a nadie: los que son de mi edad o están de vacaciones o están trabajando y eso hace que sea muy difícil mantener una relación que venció la distancia durante muchos años. Los que son más jóvenes, hacen que me sienta vieja, y los que son viejos, van sembrando un reguero de penas, enfermedades y muertes que hacen que cada verano sea más triste bajar a la plaza: ya no hay hamacas a las puertas de muchas casas que antes eran parte de ese costumbrismo en el que sí me reconozco, ese bajar andando y parar en la Calle Llana a cada poco y saludar, aunque fuera con un “buenas noches”, y escuchar a las espaldas “mira que apañá”, o “este año está más recia”. La calle ahora es un desierto en pendiente por el que no es agradable bajar, y menos aún subir estas cuestas, obra del diablo. Es que ya ni el castillo es la sombra de lo que fue. Desde que le abrieron las tripas y decidieron hacerle la autopsia está más serio, más feo, más castillo. Recuerdo hablar con él desde mi cama cada noche, ¡anda que no le he contado yo cosas! Cualquier día los destripadores que le meten mano sin piedad, encuentran los fósiles de mis confesiones y salgo en los papeles. Que aquí son muy de excavaciones, de carreras en bici y juegos de azar y muy poco de poesía.

Está enrarecido el ambiente a cuenta de los abusos, el pillaje, la obsesión por el dinero y la apariencia, de lo contrario al trigo limpio, vaya. No todo el mundo es así, pero hay mucho holgazán viviendo del cuento, y muchas pagas, como si se hubiera normalizado la estafa como medio de vida a cuenta de poner denuncias falsas, fingir enfermedades, o dar tres palos al agua durante dos meses y vivir el resto del año a base de ayudas y tejemanejes.  Ha existido siempre, aunque antes fuera menos evidente, y esta manía que tengo de no poder con las injusticias hace que sea menos soportable ahora.  Resulta que somos los forasteros los que nadamos en la abundancia, tócate los pies con la abundancia de las no ayudas, de los salarios medios, de los impuestos por las nubes y el despertador a las seis de la mañana todo el año. Pero como solo cogemos las aceitunas del plato, no tenemos derecho a quejarnos porque es muy fácil estar tan a gusto sentada delante de un ordenador en la oficina.

Porque el castillo ya no es ni su sombra, si no ahora mismo me iba a contarte las verdades del barquero a la luz de la luna, y a rezarle un padrenuestro de los míos, que no es padrenuestro ni es na, pa pedirle la paciencia que a veces me falta para soportar este tormento. Siempre me han gustado más las tormentas que los tormentos.


 

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