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FLORI TAPIA "Me decís algunos que mis últimas publicaciones son menos alegres, y no puedo contradeciros. |
2025-06-06
El viento y el alma
Somos tubos de ensayo. Recipientes en los que la vida experimenta con nosotros. Y como quiera que casi siempre se cumple el dicho de que somos el único animal que tropieza varias veces con la misma piedra, nos pasamos la vida echando humo por la boquilla del tubo, con tanta piedra y tanto ensayo.
También somos perfectos: la maquinaria del ser humano es un engranaje de alta ingeniería, las cosas como son, pero la mente va por libre, y es la que facilita o dificulta el modo en el que asistimos en primera persona, a todas las pruebas.
El genocidio del que estamos siendo testigos, me trae por la calle de la amargura, porque es sencillamente aberrante e inhumano ser testigos de algo así. Y me pregunto cómo pueden vivir los cómplices y los perpetradores de tanta muerte innecesaria sin que el sentimiento de culpa haga mella en sus conciencias. Yo no podría vivir. Y seguramente tú tampoco. Pero están entre nosotros quienes fomentan el odio, para conseguir el poder.
Me llevo un trozo de pan a la boca y me vienen esas imágenes de niños corriendo detrás de una olla en la que ya no queda nada. En la ducha sacudo las vergüenzas, que siento como parte de este mundo, con esa misma agua que falta en tantos lugares. Siento pudor de quejarme de lo viejo que está mi sofá cuando hay tantas personas sin techo. Es que hasta me cuesta sonreír mientras unos pocos matan a esos hermanos a los que no conozco, que no dejan de ser hermanos, aunque sean de otros padres: hay un origen, ponle tú el nombre que quieras, que nos sitúa en el mismo plano.
Es como si este mundo se hubiera convertido en un laboratorio, en el que con una suerte que no decidimos, puede ser que nos toque ser cobaya, mechero de Bunsen, cápsula de Petri o pipeta. Y solo unos elegidos, que esto ya es de traca, son lo que se dedican a jugar, como si esto fuera el quimicefa, con la vida de los demás. Es desolador, no me jodas.
Me decís algunos que mis últimas publicaciones son menos alegres, y no puedo contradeciros.
Es que no puedo estar alegre: pienso en mis hermanos, y me duele la crueldad de unos y el destino de otros. Y también siento impotencia, porque la herida de la humanidad no puede ser sanada solo con oraciones. Es urgente un despertar masivo para que la conciencia colectiva salga de la UVI y recupere las constantes vitales de un recién nacido después del primer llanto.
Me leo y no me reconozco hablado de fraternidad, despojada de cualquier connotación religiosa, llevando el término al lugar del origen del que todos procedemos; hermanos, iguales, hijos de Gaia, hijos de puta, hijos del agobio, hijos de dioses distintos, habitantes de la fragua de Vulcano en la que las grandes potencias mundiales han convertido esta bola diminuta bailando sola en el cosmos.
Normal que haya perdido chispa, y que ya no resulte divertido leerme, pero es que a veces no me nace. Y tampoco puedo pedir disculpas por mi estado de ánimo.
El caso es que tú me ves, y no te haces ni puta idea de mi tristeza: hace años que aprendí a maquillarla. Porque de algún modo también me gusta ofrecer lo mejor de mí, y desde luego, lo mejor no es esta sensación de miseria que me toca el alma. Solo por eso he elegido como título de esta columna el de un poema de Luis Cernuda: para que hubiera algo hermoso entre tanta desazón y quisieras seguir leyendo en busca de poesía. Lo admito, he hecho trampa.
Podría contaros que hace unos días fui al médico y me tuve que hacer yo mi propia cura en los dedos de los pies mientras mi doctora cargaba antibiótico en mi tarjeta sanitaria, porque me dijo que ella no sabía hacer la cura y a esas horas no había enfermero en el centro de salud, pero realmente, tampoco esto tiene gracia. Así que mientras me desinfectaba con betadine y unas gasas, sentada en la camilla, ella tecleaba, y después fue a buscar unos apósitos, para que pudiera taparme las heridas de una cirugía reciente.
Así está el tema de la sanidad pública en Madrid. Y con motivo de la manifestación convocada para el pasado 25 de mayo, desde una plataforma de vecinos de barrios y pueblos, me solicitaron un video animando a participar de dicha manifestación. Hice lo que pude, porque a cuenta de la cirugía no me habría sido posible salir a las calles, ni a la manifestación ni a comprar el pan. De modo que, mandando el vídeo y con mi participación, compensaba de algún modo, de cara a mi propio sentir, que no pudiera participar de manera activa en dicho encuentro.
Envié ese video de menos de un minuto, y para mi sorpresa, unos días después, recibí el video editado junto con otros vídeos de algunos de los participantes de ese llamamiento. Empezaba hablando Luis Pastor, quien fuera amigo de la infancia de mi madre y reconocido cantautor del foro, continuaba la secuencia Joaquin Kremel, actor; entre Sergio Pazos y Maruja Torres -cágate lorito- estaba esta que escribe, a la que le habían modificado ligeramente el apellido, que no sé qué manía tiene la gente de ponerle una ese. Completaban ese video algunas personas que no conozco y otras, como Kiti Mánver, Pepe Viyuela o Willy Toledo. Como lo oyes.
Nunca he militado ni simpatizado al cien por cien con ningún partido político, pero siempre he sabido con los que no lo haría nunca y qué es lo que espero de quienes nos representan. Y lo que espero de quienes gobiernan mi ciudad, mi país y el mundo, es que no pierdan de vista que no están ahí para abusar de nuestros derechos, echarlos por tierra, (esto está sucediendo en sentido figurado y literal) sino para garantizar que nadie sea considerado menos que nadie mientras ellos mismos se degradan rebajando el listón de la conciencia a niveles que atentan contra la propia naturaleza humana. De poder elegir, esos hermanos no serían ni primos lejanos. Me refiero a todos y cada uno de los seres humanos que se alimentan de poder y codicia, caiga quien caiga: en los trabajos, en las familias, en los gobiernos.
“Solo por oírte decir una vez que me quieres, crearía de nuevo el universo” es una frase que forma parte de una de las conversaciones con Jesucristo que dijo haber mantenido Santa Teresa de Jesús en uno de esos encuentros cargados de misticismo. Tal y como está el patio, dios lo tiene que estar flipando.
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