05-06-2022
Un cineasta especializado en películas de catástrofes con tintes apocalípticos, “basándose en los hechos reales” ocurridos en los últimos años, conseguiría un excelente material para su guion. La frase “la realidad supera a la ficción” adquiere todo su sentido.
¿Qué tal empezar con un virus de origen desconocido que provoca una pandemia mundial? Podría afectar a países lejanos, y los protagonistas de la historia enfermos de la falta de empatía que caracteriza a nuestra sociedad, vivirían ajenos a ese sufrimiento; “¡pobres chinos!, menos mal que aquí no va a llegar” y, escupiendo hacia arriba, acabarían engullidos por una serie de olas, tsunamis sin fin.
Necesario introducir algún elemento más…, inclemencias meteorológicas, por ejemplo. Sin conseguir reponerse de los envites inmisericordes del virus mutante, la mayor tormenta
de nieve en muchos años sepultaría ciudades, trastocando la existencia de las gentes de aquel país cálido, para nada habituadas a borrascas de características semejantes.
Mientras la pandemia seguía dejando su rastro de enfermedad, colapso hospitalario y muerte, nuestro guionista decide dirigir sus tiros hacia Afganistán. Los talibanes retomarían el poder, con el consiguiente retroceso en lo conseguido durante veinte años. Civiles evacuados y la vida de muchos afganos pendiente de un hilo darían forma a otro drama en un breve período de tiempo.
Poco antes de que una nueva variante, ómicron, llegara a España, el país sería sorprendido por una erupción volcánica. Una erupción larga, que arrasaría con las viviendas y, aunque no literalmente, con la vida de miles de personas. ¡Menudo giro de guion!
Y sin dar tiempo a los personajes a recuperarse de una tragedia, la mente maquiavélica del guionista inventaba otra. ¡Ahora una guerra! Una guerra en suelo europeo, injusta y cruel, causante de que millones de personas abandonaran su país convirtiéndose en refugiados. Y, por si fuera poco, el fantasma de una Tercera Guerra Mundial asomaría la cabeza amenazando con irrumpir en escena.
La película cuenta ya con ingredientes suficientes. Pero… ¿Por qué no introducir algo más?: Una hepatitis infantil desconocida, aguda y grave. Y… ¡la viruela del mono!, en el siglo XXI; consistiría en brotes, sin mucha gravedad, que no alarmara a la población. ¿Cómo cuando comenzó la pandemia? No iba a causar demasiados estragos…, y los protagonistas aún siguen surfeando.
¿Ahora qué? ¿Una invasión extraterrestre?
¡Que detengan ya tanta inventiva! Hasta aquí podíamos llegar.
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