22-05-2022

Salvando algunas excepciones, en los últimos diecisiete años España parecía no tener presencia en el Festival de la canción de Eurovisión. Siempre puntuaciones muy bajas, y si no quedaba la penúltima era porque había quedado la última.

Ni rastro de aquellas familias que en los años 60 y 70 se reunían ante el televisor un sábado del mes de mayo para celebrar la fiesta de la canción europea. Cuando se “vivía cantando” un “la la la” que todo el mundo conocía. A las nuevas generaciones esto de el Festival de Eurovisión les suena casi a chino, y muchos de los españoles que seguíamos con interés el certamen, acabamos por desilusionarnos y hasta casi dejar de verlo.

Este año se ha producido “el milagro”. Aunque de milagroso no tiene nada que el trabajo, empeño y entrega de una chica y sus bailarines haya conseguido auparnos a un tercer merecido puesto.

Un tercer puesto que podría haber sido aún mejor. Sin quitar ningún mérito a la canción ganadora, la ucraniana, es cierto que el voto solidario y de apoyo hacia el país que está sufriendo las penalidades de una guerra injusta ha podido influir en algo. Aunque creo que no deja de ser justa la victoria de Ucrania: el voto del público así lo ha decidido, y no hay más que hablar. Por otra parte, se ha hablado de ciertas irregularidades en el proceso de votación de determinados países que, si bien no habrían afectado a la victoria ucraniana, sí que hubieran podido perjudicar a España y quitarle un segundo puesto. La escasa diferencia de puntos entre la canción de Reino Unido y la española así lo hacen pensar. Parece ser que se está investigando lo ocurrido, y quedamos a la espera de lo que diga la organización.

Sea como sea la victoria moral española no la puede robar nadie. La alegría de una nación por un nuevo triunfo que hace tiempo esperaba, tampoco. El recibimiento multitudinario a nuestra heroína, que parecía estar viviendo un sueño que no esperaba, quedo patente en cuanto el avión aterrizó. El reconocimiento internacional a la actuación de España es igualmente innegable.

Todo esto contribuye a que, con independencia de haber quedado primero, segundo o tercero, Chanel ha puesto a nuetro país de nuevo en el mapa eurovisivo, y dentro del top cinco tan deseado.

Poco más podemos pedir. Sobre todo los que nos hemos considerado desde siempre eurofans. Contentos con el primer puesto de Ucrania, necesitada de este chute de ánimo y de todo lo que supone ser ganador del festival, y felices con el puesto de España, ¿segundo? ¿tercero? ¡Qué más da! España ha vuelto a resurgir en Eurovisión.

 

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