03-07-2022
“El tiempo está loco” decimos; pero lo estamos volviendo loco, y contagiándonos de esa locura, nosotros. Porque, si no fuera por el calendario, a veces no sabríamos en qué estación del año nos encontramos.
Navidades en las que, en vez de cantar villancicos haciendo un muñeco de nieve, es más propio cantarlos paseando en mangas de camisa por la playa o tomando una cerveza fresquita en una terraza; días de primavera en los que hacemos el muñeco de nieve que nos faltó en Navidad, sustituyendo la cerveza helada por una infusión calentita ante la chimenea; más la cosa no queda ahí: en la misma primavera, tras solo unas semanas de las nevadas, llegan las mayores olas de calor en los últimos años y, en un visto y no visto, tenemos que despojarnos de la ropa de abrigo, ponernos el bañador y meternos sin pensarlo en el mar o piscinas, saboreando helados y refrescos, e insuflándonos el aire acondicionado a toda potencia (¡sin pensar en la próxima factura de la luz!) y… ¡aún es primavera! ¿cómo será el verano?; pues llega la nueva estación y, en la mágica noche de San Juan, se levanta un aire tan frío que ya quisiera una ponerse la ropa de otoño-invierno que tenía pensado comprarse para lucirla en la ferias de octubre (San Lucas en Jaén, las Fiestas del Rosario en Los Villares,…); superado el inesperado envite otoñal, el verano, sobre todo en estas nuestras tierras andaluzas, se comporta como es de esperar (ojalá faltara un poquito a su esencia dispensándonos de los 50 grados a la sombra); pasados los calores recibimos al otoño con los conjuntos tan monos, a los que me refería antes, preparados para lucirlos cuando refresque, pero… ¡que no refresca!, el verano se niega a abandonarnos, a veces hasta casi llegado diciembre, sin descartar volver a vivir las primaverales Navidades que ya empiezan a resultar familiares.
Pero el tema es demasiado serio para reírse. El cambio climático no afecta solo a las temperaturas; provoca también largas sequías, incendios, tormentas e inundaciones devastadoras, deshielo de los polos y disminución de la biodiversidad, entre otros efectos.
La actividad humana, generando emisiones de gases efecto invernadero, es la principal razón del cambio climático. Y el ser humano, si actúa con rapidez, tiene también la solución: reducir las emisiones, adaptarse a los impactos climáticos y hacer importantes inversiones financieras los gobiernos.
Si no actuamos ahora, lo pagaremos muy caro en el futuro. ¿Qué mundo queremos dejar a nuestros hijos y nietos?
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