23-10-2022


El desarrollo de lo que somos es un trabajo constante, cotidiano, que requiere de instrumentos y fuentes de inspiración que nos enriquecen. Una de las maneras más universal, al alcance de todos, para fortalecer ese ser interior, para desarrollar nuestras capacidades y fortalezas, es hacer lo correcto.

Este modo de proceder, en línea con la ‘recta acción’, más mística y descrita en la tradición hindú, con los códigos éticos de tantos maestros y filósofos e inspiradora del karma-yoga, produce efectos positivos desde el primer momento.

Intentar hacer siempre lo correcto o lo que es igual, hacer lo que está bien, produce en sí mismo un beneficio. Es la decisión con mayor carga moral que puede adoptarse y aunque sea una acción mínima y anónima ante los demás, es siempre válida y proporciona la experiencia de robustez moral, de hacer lo que debía hacerse, poderoso antídoto frente a incertidumbres, desasosiegos y bajas autoestimas, tan presentes hoy en día.  

Las oportunidades para hacer lo correcto son infinitas, tantas como decisiones tomamos al cabo del día: en relación con nosotros mismos, nuestro entorno familiar, afectivo, profesional, vital, etc. Hasta aquí parece sencillo y simple, pero hacer lo correcto conlleva ciertas complicaciones, que le confieren su valor.

La primera dificultad es definir, delimitar lo correcto. Una buena regla que nos ofrece la filosofía es la validez, el alcance de lo que creemos que debe hacerse. Así, lo correcto es más válido cuanto más universal sea el bien que produce. Llevar a cabo una alimentación equilibrada, tener conciencia de la consecuencia de las acciones o mantener un comportamiento solidario es más correcto que no hacerlo porque proporciona beneficio en la inmensa mayoría de personas.

Discernir entre lo que debe y no debe hacerse en cada momento requiere un aprendizaje continuo, desde el conocimiento al que podemos acceder o desde la propia experiencia consciente. Y este proceso de aprendizaje es un potente estímulo para la vida interior.

Otra dificultad inherente para hacer lo correcto es que en numerosas ocasiones cuesta trabajo llevarlo a cabo: falta de ganas, inercia en el sentido contrario, aparentes incapacidades. Y el esfuerzo para superar esas dificultades es otro aspecto positivo que el hacer lo que está bien produce en nuestro interior, porque abatimos nuestros límites, ensanchamos nuestra conciencia, activamos nuestras capacidades.

Por último, hacer lo correcto beneficia a toda la sociedad, tanto por la consecuencia en sí de esa acción como por el hecho de acostumbrarnos a tomar la mejor decisión en cada momento. Y una persona que hace lo mejor en cada momento, transforma la sociedad.


Para dar tú opinión tienes que estar registrado.

Comments powered by CComment