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2023-10-08
¿Ciudadanos o consumidores?
No debería ser cierto el título de este artículo, que exista una situación excluyente entre la condición de ciudadano/a y la de consumidor/ra, sin embargo, me temo que muchas veces se vive cierto antagonismo entre ambas o directamente se olvida la primera.
La tercera acepción de la palabra ‘ciudadano’ en el diccionario de la Real Academia Española es “persona considerada como miembro activo de un Estado, titular de derechos políticos y sometido a sus leyes” y para el término ‘consumidor’, su segunda acepción es “persona que adquiere productos de consumo o utiliza ciertos servicios.” Como vemos, dos circunstancias completamente diferentes que son plenamente complementarias, se puede ser ciudadano y consumidor a la vez.
Sin embargo,
la condición de consumidor ha ido ganando protagonismo en detrimento de la circunstancia de ciudadanía.
Existe más celo, más preocupación por la defensa de nuestros intereses como consumidores que en el ejercicio de nuestra realidad como ciudadanos. Estamos más preocupados por el etiquetado correcto, por encontrar las ofertas, por verificar la calidad de lo comprado o que el servicio contratado se corresponde con lo publicitado, antes que, en el ejercicio de nuestras responsabilidades y derechos como ciudadanos, que no se limitan al depósito del voto cuando corresponde, sino a otras muchas situaciones como consecuencia de que el Estado es, ni más ni menos, fruto de nuestra actividad como miembros activos que somos del mismo.
Por ejemplo, tomar conciencia de las consecuencias sociales de nuestras decisiones, involucrarse en el tejido social a través de la participación en asociaciones, colectivos o instituciones, denunciar las injusticias y las situaciones de precariedad en el seno de la sociedad y comprometerse en la búsqueda de soluciones para ellas, promover el bien común en sí mismo y a través de las elecciones de nuestro día a día, son algunas de las consecuencias de ser ciudadano.
No cabe duda de que los derechos de los consumidores son muy importantes, pero no pueden dejar a un margen la realidad de la ciudadanía. Hay que ejercer de ciudadano y además preocupado por lo relativo al consumo. La parte no puede sustituir al todo.
Cuando ocurre esto, la consecuencia es una sociedad más débil y frágil a merced de los intereses de los pocos que no han renunciado a ser miembros activos del Estado, y que de paso recogen la posibilidad del ‘poder hacer’ abandonado por millones de ciudadanos y ciudadanas. ¿Quizás por esto hay mucha más propaganda y ‘campañas de sensibilización’ hacia los derechos de los consumidores que hacia el ejercicio de la ciudadanía?
Sentirse y ser ciudadano o ciudadana también merece una mirada al interior, donde alojamos tantos logros evolutivos, como del que nos ocupamos ahora, conformar una sociedad.
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