... lo mejor es no confrontar, no replicar, no entrar al trapo, porque cualquier respuesta, por muy asistida por la razón que esté, aún bien guiada desde la buena intención, es combustible para el fuego.
2023-10-22
La llamada del odio
El odio, “antipatía y aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea” se encuentra muy presente en nuestra sociedad. Es un estado de ánimo, un sentimiento que da lugar a un comportamiento que agrede y disuelve cualquier situación posible de concordia. Es antisocial e impide el desarrollo individual. Si mirando al interior percibimos odio, podemos asegurar que tenemos un serio problema que hay que enfrentar de inmediato, ante el riesgo de que acaben emponzoñadas nuestras vivencias.
El odio está llamando, tocando en los cristales y las puertas de la gente, asomado a las redes sociales, a las conversaciones, a las noticias. Y al igual que en los incendios, la ecuación del odio es bien sencilla. Una vez que prende, sólo necesita el omnipresente comburente, el oxígeno para el incendio o las emociones para el odio, y combustible, madera, hojarasca, papel, gasolina o mil tipos más para las llamas del incendio incipiente, o el seguidismo y confrontación en el caso del odio.
El odio nunca es solución para nada, ni siquiera el odio al odio, que sería como pretender apagar el fuego con gasolina. El odio actúa como un poderoso disolvente, capaz de atacar los más sólidos vínculos. No puede construirse nada estable con él, no hay posibilidad de un futuro civilizado en su compañía, no hay opción para solucionar problemas desde el odio, porque sus semillas no cesan de germinar en rencor. La justicia con odio no es justicia, la razón se disipa con el odio, el amor desde el odio es una estafa.
Frente a la llamada del odio,
lo mejor es no confrontar, no replicar, no entrar al trapo, porque cualquier respuesta, por muy asistida por la razón que esté, aún bien guiada desde la buena intención, es combustible para el fuego.
No abrir la puerta al odio, es la mejor forma de contenerlo, aunque no la única.
No responder a la llamada del odio no implica indiferencia frente a él, ni renegar de las propias convicciones. Al contrario, ante estas situaciones hay que ser especialmente sensible al odio para detectarlo y cerrar la puerta ante él, y consolidar las ideas propias tras ponerlas en revisión y fortalecerlas desde la razón y el entendimiento.
El fuego del odio se aísla no respondiendo a su llamada y se sofoca desde la vivencia de las propias convicciones, que podrán ser divergentes con las de los demás, pero sí van acompañadas por un profundo respeto a la dignidad propia y ajena, cuál seguro aislante, jamás producirán la chispa necesaria para prender la llama del odio. Como contraparte, el ser humano ha desarrollado comportamientos, como el altruismo, la concordia o cualquier otro, basado en el amor y el respeto.
El odio llama desde muchos puntos diferentes. Como si de un virus informático se tratara, o una estafa de phishing o un troyano que busca nuestros datos personales, no hay que abrir nunca ese archivo. Se impone una permanente mirada a nuestro interior, una reflexión activa y cultivar la fraternidad, herramientas tradicionales de una Escuela de Filosofía a la manera clásica.
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