te refuerza y te hace mucho más que una máquina parlante. Te aporta habilidades que cambian la vida de la gente, te aleja de la mentira y el engaño.

2023-08-13


La calle es la clave para quien se dedica a lo público, o para quien vive de analizarlo o de contarlo. La calle te hace bueno o te incluye en el pelotón de los prescindibles. La calle, el contacto con la realidad que hay fuera de un despacho o de un ordenador, te da razones y argumentos, te hace que tengas consciencia real de lo que haces o de lo que dices, o que inicies un recorrido por tu propia y pública inconsciencia.

 

La calle te refuerza y te hace mucho más que una máquina parlante. Te aporta habilidades que cambian la vida de la gente, te aleja de la mentira y el engaño. La calle es tan agradecida que su contacto te transforma en parte importante de la vida que crece y se desarrolla a su alrededor.

 

Y te hace persona, que es algo que diferencia al político, al gestor, al periodista, de quien simplemente tiene el acta, el título o incluso el espacio o la visibilidad.

 

Es algo que aprendes en ese “primero de política”, y que no te convalida ningún cargo público o privado. Supongo que también en primero de periodismo, o de algunas otras profesiones cuya trascendencia nace precisamente de su capacidad para germinar e implantarse entre la gente.

 

Y es algo que corre el riesgo de olvidarse; no pasa como con nadar o montar en bicicleta; la calle hay que seguir respirándola, viviéndola, sacándole todo su jugo; no hay otra si crees en el servicio público, si crees en el valor de la verdad y en la necesidad de responder con coraje a los problemas del día a día.

 

A veces es ingrata, y no llegas a entender cómo permite que se alejen de la responsabilidad pública gente tan pegada a ella como hemos visto hace poco en el caso de Julio Millán, o que lleguen advenedizos que se pierden en un callejón; y también a veces se puede llegar a pensar que no se necesita, porque sin ella se entiende que se sigue haciendo “lo de toda la vida”, y a fin de cuentas con ello se sigue cobrando a fin de mes. Pero es solo cuestión de tiempo y de tiempos; al final, la calle pone a cada cual en su lugar.

 

Su esencia es solo suya, tiene su propia vida, y no es más bonita ni más fea porque pagues para que la pinten mejor. Aunque eso llene el ego o el estómago de algunos. Hay quien se cree que desde una tribuna puede hacer “otra calle”, sin darse cuenta de que comete la más miserable de las tentaciones: pensar que tiene el poder de crear un mundo irreal, aunque creíble, y que con eso basta para pensarse poderoso ante tanto mortal.

 

Hay políticos y periodistas que jamás verás en la calle. Pero piensan que les va bien. Y piensan que nada más importa. Que así han aguantado y que así aguantarán varias vidas. Pero la calle es inexorable. Sobre todo, la calle de barrio, la del pequeño pueblo o la ciudad media. Tarde o temprano te come si le das la espalda o solo vives de engañarla. Es el peligro de olvidar qué eres y para qué lo eres. Es el pulso inquebrantable, férreo y tenaz de la vida.


Para dar tú opinión tienes que estar registrado.

Comments powered by CComment