03-07-2022
Esta vez el emperador lo iba a preparar todo sin fallos; no habría niños que descubrieran su desnudez ni sus artimañas para que el pueblo le admirase, aunque era consciente que no existía razón alguna para ser admirado. Se trataba de cambiar el mensaje de la fábula; pasar del clásico
«No tiene por qué ser verdad lo que todo el mundo piensa que es verdad», y hacer realidad la versión “No es verdad, pero todo el mundo tiene que pensar que sí lo es”
En el cuento de Andersen, el emperador salió con un traje inexistente al desfile, sin admitir que era demasiado estúpido como para poder verlo, cayendo en la ingenua trampa de un par de embaucadores. Como fichas de dominó, toda la gente del pueblo se puso a alabar el traje, temiendo que sus vecinos se dieran cuenta de que en realidad no podían verlo, hasta que un niño gritó eso de «¡Pero si va desnudo!» que acabó, literalmente, con el emperador, entre gritos de una multitud que se supo engañada tras el grito del chaval.
La versión 2.0 del cuento del traje nuevo del emperador es todo un tratado de política contemporánea, y pasa por cambiar las personalidades de algunos personajes.
Así, el emperador ya no es estúpido, y piensa que puede llevar a engaño a su plebe, aprovechando la capacidad para embaucar de los sastres estafadores, que esta vez serían de toda su confianza. Ya no le importa la presumible belleza de su traje, sino que sus súbditos crean que no ha parado de hacer cosas buenas por ellos, y que su bondad estaba siendo atacada por aquellos que intentan quitarle la corona.
Porque resulta que los imperios absolutos ya escasean, y este emperador ha de ir a elecciones sin nada bueno que contar de su reinado. Así, en lugar de un desfile para presumir de traje y riquezas, el emperador decidió hace tiempo cambiar la historia en la televisión oficial del Imperio, y pidió a los socios embaucadores que hicieran que esa historia se repitiese en todos los pasquines de su territorio.
Y nada de niños que puedan fastidiarla con eso de que “va desnudo”. Su televisión se cerró a cal y canto a la aparición de cualquier nene que pudiera dar al traste con la historia oficial. Ya los embaucadores se cuidarían de pagar adecuadamente silencios y lealtades.
Tal vez conozcan el final de la historia. El emperador consiguió hacer realidad su plan, y aún hoy súbditos muy pobres piensan que son felices con él, aunque cada día les van peor las cosas. A fin de cuentas, ¿qué más puedes desear si, siendo desdichado, y tu gobernante incapaz, puedes envolverte en un traje que te impida ver la realidad?
Y mañana será otro día; los embaucadores tal vez marchen, y algún niño, travieso pero juicioso, gritará junto a su portal que el emperador va desnudo, y que ha estado desnudo todos estos años en que, como presas de un embrujo inquietante, todos creyeron verle con un lindo traje de lino.
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