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2024-01-28
Sopas y vino
Dicen algunos entendidos en gastronomía, que nunca está de más echar un buen vino en la sopa. Aderezar los caldos con otros caldos dan como resultado recetas que no dejan el paladar indiferente al hecho de haber degustado una variedad de uva como el merlot, la syrah, el tempranillo, la pinot noir o el cabernet Sauvignon. Siendo Jerez la cuna del más célebre vino y de más extensión en la cocina, el Jerez.
Si te gusta el cuchareo, atiende…
Mantener la tradición requiere esfuerzo porque todo cambia. Como la exquisita Weissweinsuppe, una receta donde la cremosidad de las verduras se mezcla con un vino blanco o sidra cocinada a fuego lento sin dejar que llegue a la ebullición, permitiendo que la tradición y el tiempo de cuidar de esta receta nos deleite con sus sabores y unos dados de pan frito aportando el “crunch” del momento.
Porque, aunque todo cambia, a veces sentarse en un banco al sol, en una deliciosa mañana o en una estupenda tarde, requiere el esfuerzo de tener el tiempo de comerse la semilla del girasol y tirar el pericarpio al suelo como en la niñez.
Como mantener la curiosa tradición de los Beefeater, esos custodios que se encargan de la vigilancia de la Torre de Londres. Usanza que sigue vigente desde 1485 y que con esfuerzo ha llegado hasta este siglo XXI, pues debido a la pandemia de la COVID-19 y por primera en todo el transcurso de su tiempo tuvieron que despedir aparte de estos carismáticos Yeomen por falta de visitantes.
Y por tradición, una ginebra de altísima calidad ceñida a la normativa, la London dry gin, destilada en el corazón de Londres, en Kennington, desde 1958, nada más y nada menos que con naranjas procedentes de España, (uno de los ingredientes) tiene en la etiqueta de su cuadrada botella la imagen y logo del custodio Beefeater. Tradición. Como singular revelación, fue en el año 2007 cuando Moira Cameron, fue la primera mujer elegida como Beefeater tras haber servido en el Ejército de las Fuerzas Armadas Británicas durante 22 años.
Al parecer todo requiere su tiempo…
Los espirituosos, esas bebidas hechas con tradición. Destilados a partir de semillas de cereales, de uva, de frutos secos, de remolacha, etcétera, son conseguidos tras mucho tiempo de elaboración y exquisitas recetas donde el esfuerzo del tiempo tiene su obra, como es el brandy de Jerez. Cuyo nombre, el de bebida espirituosa, viene dado a colación de los vapores que se veían manar al evaporarse de las barricas de donde se destilaban. Y qué decir de la combinación de una buena sopa de ajo calentita, que con la tradición y rancio abolengo de esta receta regada con un espirituoso levanta el ánimo al comensal más decaído.
Ya Alejandro Dumas, escritor francés, en un viaje que hizo por España recopilando recetas para la cocina francesa, erró al omitir el aceite de oliva y el pimentón, ingredientes vitales donde la tradición hay que respetarla, y lo demás sale desvirtuado, y falto de esencia. Una sopa de ajo no tiene vuelta de hoja, ni deconstrucción, ni reinterpretación. Una sopa de ajo son palabras mayores, cuya tradición es de respetar, aunque siempre se puede acompañar de un buen vino, con espíritu, vapor, o rancio abolengo,
porque una buena sopa y un buen vino siempre calientan el estómago y el alma.
Como el tiempo que le dedicó el dramaturgo español Ricardo de la Vega a la sopa de ajo escribiéndole un poema en el que decía así: “Siete virtudes tienen las sopas, quitan el hambre, y dan sed poca. Hacen dormir y digerir. Nunca enfadan y siempre agradan. Y crían la cara colorada”. Así que no duden en maridar una sopa y un vino. Todo es cuestión de tiempo y de virtudes.
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