... con este escrito quiero agradecer a don Rafael Díaz-Dávila, el mejor fotógrafo que conozco, 

2024-02-11

 

Colita, Ana y Rafa

 

La barcelonesa Isabel Steva Hernández, conocida con el nombre de “Colita”, fue una excelente fotógrafa. Mujer con visión artística del mundo. Mundo que retrató con sus cámaras fotográficas con eclecticismo armonioso constante.

Pecados inconfesables. Personalidades con rango. Excesos. Epitafios de inventos transgresores que en ocasiones acababan en desastres, tal cual sucedió con Gauche Divine.

No tardaron mucho. Justo al día siguiente de la inauguración de la exposición de Colita, se la clausuraron. Fue en 1971.

La discoteca barcelonesa “Bocaccio” fue la encargada de organizar la exposición en la Galería Aixelà. El boom estaba diseñado. Las fotografías estaban englobadas en un incipiente movimiento fotográfico muy progresista, uniendo lazos con el cine europeo, despojándose de la censura del franquismo, pero la policía no permitió que se divulgara esta corriente. El promotor tenía bagaje, Oriol, perteneciente a la familia de los Regàs (Rosa, Xavier y Georgina), que como dato añadiré que como empresario se hizo cargo económicamente de la exposición fallida.

Colita, había tejido una rica y extensa red de contactos en el mundo del arte, desde que comenzó sus estudios en Barcelona y llena de inquietudes, viajó a París. Donde, tras la estancia de un año, regresó con un crecimiento personal que le marcó el resto de sus días.

Fueron muchas las mujeres pioneras que estuvieron tras objetivos fotográficos y velados sus nombres en los carteles de las empresas familiares con el nombre del esposo seguido de un “y sra”. Hasta que Anaïs Tiffón Casan, hija de Napoleón y de Marie, conocida como Anaïs Napoleón, rompió lo establecido. Esta fotógrafa marcó un antes y un después en la ciudad de Barcelona y en Madrid. Anaïs, junto con su marido, montaron una empresa llamada Compañía fotográfica Napoleón, nombre que dieron en honor al alias de la fotógrafa, pues su marido se llamaba Antonio Fernández, al cual caprichosamente llamaba Fernando por no agradarle Fernández. Curiosidades excéntricas.

Pero fruto de la inquietud humana fue Ana Atkins, que, a finales del siglo XVIII, y como buena piscis, no cejó hasta dejar constancia de su formación botánica con la publicación del primer libro escrito sobre herbaria e ilustrado con fotografías. Dicho libro se titula Brithis algae, y se publicó en 1843 cuando la bióloga inglesa contaba con 44 años.

Ana Atkins, creció huérfana de madre bajo la tutela de su padre, el cual le dio alas para que investigara y se realizara. Por ello, mediante un conocido, el descubridor del proceso cianotipia, John Herschel, hizo los primeros fotogramas de algas. Obra que se admiraba como un negativo del original en color azul de Prusia. Ana falleció, con 72 años, en 1871 como la primera fotógrafa.

Muchas son las técnicas fotográficas con las que se experimentan en los laboratorios, pues la luz y sus haces prismáticos realizan magia cuando se mezclan con los químicos en las cubetas, utilizando el tiempo de exposición como herramientas. Sabiduría de pocos con las que muchos nos deleitamos.

Mi experiencia personal siempre ha sido la de una aprendiz constante y permanente en todo lo que me rodea. Y

con este escrito quiero agradecer a don Rafael Díaz-Dávila, el mejor fotógrafo que conozco,

a la vez que buen amigo y mejor persona, que en mi último viaje a Madrid me regalara una reveladora visita a su laboratorio de fotografía. Aquella tarde hizo magia ante mis ojos. Me enseñó el proceso del revelado. Toda una revelación, valga la redundancia. La tarde transcurrió entre el característico olor de los químicos, el color rojo de las lámparas, y el arte de un maestro, Rafa. De aquella sesión de magia me regaló tres pruebas irrefutables. Gracias. Y el mejor de los recuerdos quedará guardado para siempre en mi cerebro, pero al revés de mi retina. La fotografía, un arte por revelar sin IA.


 

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