El silencio se ha convertido en un estado de lujo, desconsiderado como que es de pleno equilibrio para todas las personas que han decidido practicarlo, ...

2023-01-29


Hace unos años, no demasiados, tener aplicaciones en el teléfono móvil, tales como el WhatsApp, el correo electrónico, Facebook y demás redes sociales era una situación real normalizada que nos permitía estar comunicados cohabitando con el silencio. Pero no tardó en incorporarse a nuestros cotidianos días para hacerlos más divertidos e interesantes el mundo de los timbres de las notificaciones de las apps que hemos descargado en nuestra mediática extensión, es decir, en nuestro teléfono móvil. Ahora todo ha cambiado abismalmente. Todo queda registrado en “la nube”. Todo lo que escribimos en las aplicaciones, toda la información que buscamos en los buscadores, todos los pasos que damos quedan registrados, porque nos han ofrecido el señuelo de dejarnos controlar por el dios algoritmo que todo lo ve, todo lo escucha y todo lo sabe, eso sí, a cambio de decirnos que estos servicios son gratuitos.

Esta gratuidad que etiqueta a estas aplicaciones no es tal, no nos llamemos al engaño, porque a cambio de las superapps, esas de última generación con las que hasta controlamos nuestras cuentas bancarias y hacemos pagos, creyéndonos al usarlas estar en libertad de comunicación, siendo super poderosos, lo que estamos es cínicamente y totalmente controlados.

Nos han introducido en una sinergia con rapidez, donde ahora tenemos la necesidad de recibir notificaciones, de que suenen los timbres del teléfono, para que sepamos nosotros mismos que estamos ahí, que existimos, porque si no suena el WhatsApp, o el Telegram, o cualquiera de estas aplicaciones parce que nos hemos quedado fuera de órbita y ya no somos nadie en este mundo de ruidos incesantes.

¿Quién sabe de personas que solamente tienen un teléfono móvil, de los que no tienen nada más que un número de teléfono con el que comunicarse haciendo llamadas? Esos teléfonos ahora ya no están en “vogue”, y no lo están porque guardan silencio, esa ausencia de los sonidos que hemos dejado de valorar y que nos daba tanta calidad de vida. Vivir con uno mismo ha quedado atrás, escuchando el silencio de la soledad deseada refugiándonos del bullicio de esta vida tan moderna que vivimos, y no creáis que ahí queda la cosa, no, porque un poquitín más adelante hay más. Con ese poquitín me refiero al “ya”.

El plan de vida que nos han diseñado es el siguiente: que los servicios estén concentrados en los pequeños dispositivos táctiles, (que van cambiando sus diseños para tener más capacidades de control con la máscara de estar a la moda), que creamos que ahorramos tiempo, y que no tengamos tiempo de reacción eliminando las divagaciones. Eso es control absoluto sobre nosotros. Porque ya no solo hablamos por teléfono, por escrito claro, y más cosas en nuestro día a día, sino que pedimos comida que nos llevan a casa para que no perdamos el tiempo, leemos noticias, (la mayor parte fake news), vemos series, deportes, compramos y vendemos, etcétera. Esta dependencia del ruido es lo cotidiano.

¿Y no hay algo más hermoso que pasear disfrutando de los sonidos de la naturaleza para desintoxicarnos del ruido, o mejor aún sentarnos cómodamente y disfrutar de la lectura del libro que nos parezca mejor? Es cuestión de gustos, pero cierto es que a pesar de los lanzamientos y ofertas de algunas editoriales que apuestan por la publicación de clásicos de la literatura, por la novela histórica tradicional, o por fábulas y cuentos para los más pequeños, los libreros dicen que es difícil vender libros.

Ahora si queremos saber de cómo avanza este nuevo mundo hay que adaptarse a las directrices que nos marcan las superapps, hay que conocer términos como “mocktails” refiriéndose a quienes son abstemios y no renuncian a tener vida social, porque esta palabreja designa a los cócteles de graduación cero, o “meatless Monday” anglicismo que define literalmente un lunes sin carne, por supuesto la de “influencer” que definen a instructores en técnicas, o algo así, y la novedosa  “mukti” que nos instruye en que junto a nuestra mascota practiquemos la respiración y la meditación siendo nuestro perros o gatos los que nos eduquen pues ellos viven en el equilibrio que a nosotros nos falta. También hay palabras claves cuando decidimos vender algo en las aplicaciones, uno de los trucos para que su venta sea rápida es etiquetar el producto con “Y2K” o “dos miles”, de esta forma los usuarios más avezados que comprar y venden prendas de segunda mano entenderán el mensaje que se les envía.

El silencio se ha convertido en un estado de lujo, desconsiderado como que es de pleno equilibrio para todas las personas que han decidido practicarlo, que no debe de ser desprestigiado y confundido con la necesidad de vivir sanamente, pues el ruido también contamina, y dicha contaminación acústica junto con la saturación acumulada de pérdida de valores básicos, como es la dedicación a uno mismo, no es gratuita. En realidad, nada lo es. Teniendo en cuenta las debilidades de las personas, quizás el estoicismo nos ayude a entender lo que nos ayuda y lo que no, siendo lo más racionales posibles. Negar que los tiempos han cambiado porque nosotros hemos dado paso a ello dejándonos influir es un tanto absurdo, por lo cual seamos racionales, aunque no conformistas, controlemos lo que nos es necesario y lo que no, seamos epicúreos valorando que hay que ir con los tiempos, sí, pero valorando que todo exceso tiene efectos secundarios que una vez cometidos ya no se podrán cambiar.

Ser ciudadanos con criterio racional con tanto influjo caótico como nos rodea necesita del silencio para poder seguir siendo estoicos como el junco. ¡Silencio, aquí se vive!


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