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“El ambiente que se respira está enrarecido. Jaleos, insultos, broncas, denostaciones, ridiculizaciones que no cesan, supremacistas que se niegan a vivir en el siglo XXI, |
2023-06-18
Nada dura para siempre, ni siquiera los más dulces momentos que creemos saber estirar como un dulce chicle de fresa Cheiw, porque todo es momentáneo en esta vida. Ridiculizar al contrincante tampoco sirve de nada, dadas las extensas hemerotecas que existen, pues apenas buceemos en ellas un poquito, comprenderemos que la buena educación y los buenos modales son dos de los pilares de una sociedad sana que en el presente brillan por su ausencia en el cargado ambiente post, pro (buscando la ventaja o provecho) y preelectoral de la tan repetida fecha 23-J.
Y como no hay suficiente madeja política desmadejada, también se ha creado la ridiculización de la misión de un debate, acabáramos. Los debates ahora son debate, solamente para poner el ojo de la atención del votante en infantiles procederes, creyéndose tener la sartén de la tortilla por el mango y decidir si la susodicha lleva cebolla autojuzgándose de ser el mejor que sabe hacer la tortilla. ¿Y de los comensales? Al parecer estos políticos, como creídos chefs, solo tienen en cuenta al votante para que claudique en el pago de la factura consumida en mesa y mantel, sin explicarles cuál es el origen de los ingredientes, el tiempo de preparación y el cariño (fundamental) que les ponen.
El ambiente que se respira está enrarecido. Jaleos, insultos, broncas, denostaciones, ridiculizaciones que no cesan, supremacistas que se niegan a vivir en el siglo XXI, entre otras convulsiones sociales que con sus tejemanejes nos azotan, ellos, los que nos manipulan con sus soberbias declaraciones, que están bien vestidos, trajeados y encorbatados, alegando, inventando, tergiversando, interpretando absolutamente todo (conjugando todo el mal en gerundio), todo en beneficio de su “YO”, de su blindado ombligo, sin tener en cuenta la precariedad de los gobernados (los votantes).
Y, por si fuera poco, Europa. Ese continente con nombre de princesa fenicia que, según la mitología griega, el dios Zeus secuestró porque estaba prendado de ella, se siente inquieta por la imprevista respuesta del gobierno español a las elecciones municipales realizadas en el pasado mes de mayo, porque la incipiente convocatoria trastoca el calendario del semestre en la Unión Europea, hecho que dará comienzo 22 días antes de las elecciones generales en España, fecha en que la España de todos los españoles subirá al trono presidencial de Europa, según está previsto.
La presidencia de España en Europa, en la Unión Europea, es un cargo nada baladí por la enorme responsabilidad del compromiso, pero, aun así, en este país no se cierran filas en torno a dicho deber, sino que se sigue metiendo el dedo en el ojo para entortar más de lo que está el contrincante, creyendo solo ver la paja en propiedad y señalando la viga en el ajeno, siendo la relatividad la única certeza. De pena. Menudo escenario ese pulso feroz que nos está despedazando, el mismo que va dejando un reguero de nuestra sangre de toro, y, aun así, ninguneamos el alcance de las heridas que nos estamos autoinfringiendo. ¿Qué nivel es ese?
Reforzar la legitimidad, parece ser que es cosa de obras y sensateces en una nación, tan livianas, que olvidan son base fundamental en cualquier país. Para eso está España, una vez más, para “dar el cante”. Pero la Eurocámara ha movido ficha ante tanta disensión y el aplazamiento sin fecha a lo programado como prioridad ha dejado espacio para que la lucha política en España se resuelva. Ya veremos cuando llegue septiembre, mes en que se efectuará la intervención y comparecencia ante el Parlamento Europeo. Por lo pronto, el presidente del Consejo Europeo, el belga Charles Michel, ha declarado “tener total confianza” en el buen transcurso de los resultados españoles, pues, Francia e Italia vivieron sendos cambios de gobierno durante sus presidencias en Europa.
Y mientras tanto, a seguir escuchando sus ridículas ridiculizaciones (la de los políticos españoles, digo) y al mismo tiempo desatendiendo las obligaciones que deben de atender en defensa de los votantes que son los que hacen grande un país, porque una nación crece desde abajo, y no se derrumbará si sus pilares están bien construidos.
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