"Esos años de crecimiento en que los sabores más sencillos han dejado huella en los registros vividos, esa es la sencillez.

2024-08-11

 

La sencillez

 

La sencillez es un concepto que se utiliza por igual en definir las características de los objetos como cuando hacemos referencia al carácter de las personas. La sencillez es la falta de arrogancia, la falta de impertinencia, la negación a la presunción y a la desfachatez, y así tantas y otras acepciones para decir que el corazón de la sencillez es la modestia.

Después de haber comenzado este escrito con la entrada a la sencillez, haré hincapié en ella, para traer al presente la simplicidad algunos de los mejores momentos de nuestras vidas, al menos de la mía.

Esos años de crecimiento en que los sabores más sencillos han dejado huella en los registros vividos, esa es la sencillez.

Sabores de desayunos, de meriendas, de pan tostado en casa, de cafeteras italianas gorgoteando, avisando con su aroma de que el café ha subido.

De la sencillez de la hora del almuerzo, donde cada día parecía que ese escenario iba a ser el marco eterno de aquella obra familiar, donde cada uno de los miembros ejecutaba una y otra vez el mismo baile a la hora de la comida. De la sencillez del pan pellizcado para mojarlo en el platillo donde se había volcado la aceitera con el sencillo y maravilloso aceite de oliva virgen extra, que entonces todavía no era AOVE.

De la sencillez de la preparación de un bocadillo de pan y aceite, con un tomate estrujado y muy bien restregado en la miga del plan blanco de candeal, con una pizca de sal. Incomparable e inigualable. Este momento es tan inmenso como sencillo.

De la sencillez de las magdalenas cocidas en el horno de leña coronadas por azúcar antes de que la pala se pasara bajo la lata donde los “gorritos”, o moldes de papel esperaban rellenos a ser depositados sobre la piedra del horno para ser calentados hasta ponerse doradas.

De la sencillez de pasear por la era y comerse el fruto de las malvas, en plena primavera, semejante a diminutos tomates que sabían muy bien, eso sí de color verde.

De la sencillez, de ir a buscar tomillo en la ladera del cerro, para aliñar las recetas de diario, y sobre todo para aderezar las aceitunas rajadas o machacadas.

De la sencillez de contar los días que quedaban para poder meter la cuchara en los tazones que esperaban silenciosos en el alféizar de la ventana. Espera contada a que llegara el tiempo para comer la meloja que hacía mi abuela.

De la sencillez de ir a buscar brevas e higos, aunque para ello tenía que vestir con camisas de manga larga y pantalones completos en pleno verano para evitar que la sustancia del envés de las hojas de la higuera junto con los fluidos de dicho árbol te crease erupciones cutáneas.

De la sencillez de “barrer” los higos chumbos a favor de la dirección en que va el viento para que sus finas espinas no se te claven y viajaran lejos de la piel.

De la sencillez de olor a cuero en el taller de reparaciones de calzado de mi padre.

De la sencillez del olor a herrumbre de la fragua de mi abuelo.

De la sencillez con que nos reuníamos en torno a las bandejas de palomitas de maíz que se servían como aperitivo en los días de lluvia, con dos colores identificativos, las blancas o saladas, y las doradas o dulces.

De la sencillez de romper el hielo que se formaba durante la noche en los charcos de lluvia camino de la escuela o en el recreo.

De la sencillez de mirar por la ventana y escuchar solamente caer la lluvia, pues los pájaros habían cerrado el pico y el resto del mundo se había frenado, aunque fuese por un solo instante.

…y así podría continuar, porque…

la sencillez se puede expresar de muchas formas y también captar en muchas otras situaciones.

Yo he sido afortunada.


 

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