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2024-03-10
¿Ha tenido una buena vida?
El tiempo corre que vuela. Otra vez es domingo. ¿Y ahora? ¿Paellita del domingo…? ¿Ha pensado, qué ocurriría si frenásemos nuestros pasos desenfrenados centrando nuestra atención en la alimentación?
Estamos rodeados de personas que cocinan bien, regular, mal. De otras personas que ignoran incluso como freír un huevo, de quienes comparten bien las recetas e inclusive de las que por puro orgullo no dan las medidas y los ingredientes verdaderos. De todo hay en la viña del señor.
Afirmo que la alimentación no es un tema baladí. Es esencial. Necesaria. Por lo que lanzo una pregunta: ¿Qué cocinaría usted si guisara únicamente para usted?
El horizonte es inmenso en el arte de la gastronomía, no somos de piedra. La locura de dejarse llevar por los sabores de los alimentos, las texturas de su crecimiento, las especias increíbles que rompen el corazón, el fuego que moldea y el tiempo que transforma… todo esto es mucho más que los siglos que llevan existiendo los habitáculos llamados cocinas.
Y en todas ellas la mujer. La mujer, figura que silenciosamente ha sido la encargada de mantener el fuego encendido en el hogar. Obviada. Labor transmitida con medidas a ojo de buena cocinera sin infinito descanso.
Abuelas, madres, hijas, bisabuelas, y más allá. Figuras que han creado y revestido hermosos pilares en la cocina con mucho amor. Corazones a prueba de vuelcos, sí o sí, que cocinaban con lo que tuviesen a su alcance. Belleza natural. Enseñanzas y aprendizajes. Pero ahora todo es diferente y la alimentación se ha convertido en un mundo con respuestas a las necesidades que preponderan, como la edición de millones de libros dirigidos a quienes los demandan.
Renadine. ¡Por fin solos! Cocina para uno. Esta publicación sobre gastronomía está dirigía a la situación de quien no tiene “madre” que le cocine, tras muchas malas experiencias en restaurantes, pizzerías, donners, y demás lugares que siempre dejan un regusto a añoranza de tiempos mejores en el estómago. Porque tripa vacía, corazón sin alegría.
En realidad, con este escrito pretendo hacer mi personal reconocimiento a todas las mujeres que han transmitido el amor a la cocina para crear un mundo mejor. No solo la festividad del pasado día 8 de marzo, sino una extensión de su significado al resto de los días del año. Gracias a todas las mujeres anónimas que en silencio hacían y hacen lo imposible por hacer sombra en la cuchara cuando había y hay necesidad de ello.
Y cómo no hacer referencia a renombradas cocineras… Porque grandes lo son todas.
Con y sin el reconocimiento social de las estrellas Michelín, todas portan una estrella en su interior: Elena Arzak, Carme Ruscalleda, Eva Arguiñano, Nieves Barragán Mohacho, Marisa Sánchez, Samanta Vallejo-Nájera, Lucía Freitas, Viri Fernández, Fina Puigdevall, Susi Díaz, Cristina Oria, María Marte, Ana Escobar, María José San Román, Vicky Sevilla, María Teresa Aguado, Angelita Alfaro, Mariona Cuadrada, Elena Lucas, Lola Marín, Begoña Rodrigo, Maca de Castro, María de Solivellas, Isabel Juncà, María José Martínez, Celia Jiménez, Martina Puigvert,… y muchas más.
Recordar es traer al presente tiempos vividos.
Vivencias que han quedado ancladas a veces con el olor de un puchero humeante hecho a fuego lento de tiempos pasados, una mesa puesta, un plato degustado, un sabor percibido, una plácida sobremesa. Hechos que siempre nos transportan a momentos buenos, o menos celebrados. Recetas escritas en trozos de papel, libretas o pequeñas notas que han desafiado el tiempo con sus dobleces. Las mismas que me han traído hasta este presente en los que lanzo una pregunta: ¿Ha tenido usted una buena vida?
Pues tanto si la ha tenido, como si no, es el momento justo para buscar ese instante que impregnará la memoria viviendo el placer en lo más cotidiano, exprimiéndola como Anita Ekberg en La Dolce Vita (La buena vida). El tiempo corre que vuela, y otra vez volverá a ser domingo…
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