28-08-2022
El derecho a introducir en una urna el sobre que contiene un voto, metafóricamente da el poder de desdecirnos del voto anterior emitido en las elecciones pasadas, visualmente en el imaginario da el poder de coger el voto anterior, arrugarlo o tacharlo y lanzarlo a la papelera. Pero cuidado con la papelera, y más aún si es virtual.
La actividad a la que recurrimos de forma habitual o diaria a través del buscador Google, séase en la Unión Europea o fuera de ella, deja rastros que están siendo utilizados en sentencias judiciales como data con la implicación de traer comentarios sucedidos tiempos a.
Las herramientas que tenemos a nuestro alcance para navegar en el mundo internauta deben utilizarse y actualizarse, con la mesura y respeto que merece el paso del tiempo con “el derecho al olvido” amparada en el artículo 18.4 de la Constitución, recogida también en el artículo 17 del Reglamento General de Protección de Datos de la Unión Europea.
Quizás la protección de datos sea solo una simple nubecilla que se disipa cuando el potente viento de la ley la empuja allá donde le conviene situarla instándola a que deje caer en forma de gotas los mensajes subidos a las redes. Cierto es y debe ser que el contenido de los mensajes debe de tenerse en cuenta cuando la importancia de los mismos es transcendental en la resolución del mundo judicial por hechos delictivos, y no por el sensacionalismo de contener otra información.
La huella de nuestro paso por las redes no envejece, se conservan como el primer día, al contrario que el emisor de dicha huella, me refiero a la persona cuya naturaleza humana mengua evolucionando en sus temperamentos, aptitudes, ideales, visiones y pensamientos caprichosos que veleidosamente ha dejado de ser el internauta avezado que ha cambiado su escala de valores. Visualmente, los mensajes que hemos emitido al comienzo de que se nos abriera este mundo hace unos años no se parecen en nada a los que escribimos en la actualidad, se parecen tanto como una cereza a un plátano, es decir que son fruta, pues igual, los mensajes de antes a los de ahora se asemejan en el hecho de que son una noticia, nada más.
Realmente, la protección de datos no es tal, pues, aunque sea en ocasiones contadas saltan a la palestra de que tales o cuales mensajes investigados en las redes sociales han sido puestos a disposición de la fiscalía de tal o cual caso. Añado que dicha reflexión no es una crítica, sino un aviso a navegantes de que por muy legales que seamos o creamos ser, debemos ser conscientes que el derecho al olvido es relativo, y hay que tener siempre presente que las redes sociales no son la papelera donde debemos verter nuestras frustraciones, más íntimos deseos, deslices, rabietas, y demás nerviosismos, pues entrar en las redes alberga una gran responsabilidad que obviamos ninguneando lo verdadero e importante, que perdemos nuestra libertad.
Dejar huellas con los pagos mediante las redes con aplicaciones resta libertad, al igual que enviar las ubicaciones por parecer más rutilantes, o la simple aceptación de cookies, revisión de cuentas bancarias, e-mail, y un largo etcétera, entra en el desarrollo modulado de un problema cuando nos apercibimos de cómo hemos entrado en un redil del que ya no podemos salir, el mismo que nos ha dejado la actividad por el mal uso de las redes sociales que nos han dejado a cambio las reservas cognitivas bajo mínimos.
Pero cuidado, ay de aquel que se dedique a divulgar conversaciones privadas por el simple hecho de querer denostar el perfil de una persona a la que quiere tener y no puede ser. Porque eso también está penado. Se lo merecen. La integridad de una persona en las redes es un valor y no un juguete con el que manipular a quienes interesan con falsas maniobras para destruir al prójimo. Y si la víctima es una mujer, apaga y vámonos.
Para dar tú opinión tienes que estar registrado.