03-07-2022

Secuestro: delito en el que se priva de la libertad de forma ilegal a una o varias personas. No fue un rapto, ni un secuestro exprés, ni un secuestro simple, ni por supuesto un auto-secuestro, ni tampoco un secuestro de bienes, este fue un secuestro en mayúsculas.

José Antonio Ortega Lara, cuyo nombre aparece inscrito en el panel dedicado a su persona en el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo que existe en Vitoria, fue secuestrado en el garaje de su casa.

Un funcionario de prisiones que trabajaba en el Centro Penitenciario de Logroño, a cuya pregunta del porqué de su secuestro le dijeron: “Estás arrestado por ser un miembro del aparato represor”.

La liberación de este hombre fue un engranaje de humanidad que aquella noche no funcionaba tras un registro fallido tras de otro en “la nave” en Mondragón, donde el encargado de aquella situación dijo que en aquella nave solamente “había un perro”. Pero todo estaba escrito por el Universo, y una arandela o pieza similar en la que se apoyaba una de las máquinas que se encontraban en dicha nave disparó el inicio de la delicada puesta en libertad de Ortega Lara.

Este señor, tras 532 días de secuestro, estaba en unas condiciones de desconfianza ante la apertura de la puerta del zulo, por más que casi salió del habitáculo, diversas sensaciones le hicieron retroceder hacia el zulo como una defensa a lo desconocido, pero cuando reconoció la cara del juez Baltasar Garzón Real creyó en su libertad, solamente a partir de ahí.

Los secuestradores habían sido vencidos. Por primera vez. Pero en su autoestima criminal habían sido subyugados por el “aparato represor”. La liberación del funcionario de prisiones les supuso todo un acto fallido para ellos, una humillación. En su ignominia, en su ataque de descrédito, no planearon nada más que otro secuestro, otro dolor con tan solo 9 días de diferencia.

En esta terrible ocasión pusieron sus ojos en Ermua, en la persona de un joven albañil que se dirigía a la empresa donde trabajaba, un jueves más, solo eso. Este hombre estaba afiliado a un partido político por el cual militaba como concejal en el ayuntamiento de dicha población vizcaína, llamado Miguel Ángel Blanco Garrido. Quizás sería ese el motivo.

Tras reivindicar la “banda armada” el secuestro de Miguel Ángel Blanco Garrido, exigieron el acercamiento de los presos de su “banda” a las cárceles del País Vasco.

La sociedad estaba sensibilizada. Manifestaciones, lecturas de manifiestos, nada evitó que el joven albañil fuese escondido en un lugar ignorado para que dos días después recibiera, maniatado a la espalda y de rodillas, dos disparos en un descampado en las inmediaciones de Lasarte-Oria en Guipúzcoa.

¿Qué palabra o reflexión debería acompañar esta acción? Hecho terrible e inmisericorde entre otros adjetivos para este inhumano, brutal, feroz, asesinato. Días duros en que los españoles que vivimos tan despiadado hecho, sufrimos una marca, que a nivel personal aún conservo. Tras 25 años transcurridos de aquella liberación y de casi los 25 años también pasados de dicho asesinato, ¿cómo se puede interpretar que la juventud española no tenga conocimiento de estos brutales hechos que marcaron un antes y un después en este país?

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