2022-11-20
En esta inmensa tarea de ser conscientes de nuestros comportamientos e interacciones en el ámbito social y al objeto de alcanzar mejores niveles de convivencia, emprendemos un nuevo ejercicio de observación y evolución de nuestras actitudes.
En nuestras sociedades la identidad en sus diferentes facetas; personal, de género, cultural… Son una de las causas más recurrentes en la proliferación de conflictos sociales, por ello debe ser la primera a examinar si pretendemos una evolución consciente de las relaciones humanas y el desarrollo social.
Cada persona es única y la diversidad de sus cualidades distintivas conforman también la pluralidad de identidades que enriquece las sociedades. Entendidas como distintas formas de ser y de hacer, ha sido una característica humana a lo largo de toda la historia, y esencial para nuestra supervivencia; permitiéndonos superar, hasta ahora, todo tipo de adversidades naturales y sociales. Esta gran diversidad humana y natural donde desarrollamos la vida; plena de colorido y belleza, debería ser causa de inclusión, respeto, y tolerancia, en cambio la convertimos en ridículos motivos de crispación, conflicto, enemistad y hostilidad debido a prejuicios y banales intereses; tanto en la familia, comunidad o estados.
La dominación violenta de unos pueblos frente a otros para imponer sus intereses, el tráfico de personas y sus justificación en base a la superioridad de unos frente al salvajismo de otros, el fanatismo religioso, las cuestiones independistas, la violencia grupal, familiar y de género generalizadas en todos las comunidades y en tantos países del mundo, con más o menos alcance; nos está mostrando la imperiosa necesidad de cuestionarnos también en que grado, desde nuestras actitudes, fomentamos o ayudamos a generar semejantes despropósitos.
Una desafortunada declaración de Khalid Salma, embajador del mundial de Qatar, le han otorgado oportunidad a este artículo sin pretenderlo; comunica el alto cargo de esta gran competición deportiva; por otra parte, extraordinaria ocasión para el fomento de valores de convivencia y respeto, que la homosexualidad es un pecado consecuencia de un daño mental. Estas retrógradas calificaciones promovidas por el fanatismo religioso suponen un brutal atentado a los derechos humanos, pero sobre todo nos está informando cómo las creencias dirigen el comportamiento humano hacia la discriminación y el conflicto.
El derecho a la vida, la identidad, la libertad o la integridad del cuerpo tenemos que reconocerlo por encima de los también legítimos intereses de propiedad o de poder. No todo puede ser mercancía ni objeto de contrato.
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