03-07-2022

Iniciamos una nueva serie y mantenemos el argumento inicial basado en la búsqueda del conocimiento de sí mismo. Estas entregas se desarrollarán bajo la pauta de “lo que hicieron de nosotros”, analizando el papel que desempeñan las instituciones que intervienen en la construcción de lo que somos.

Estamos convencidos de la buena fe de nuestros padres, familiares, amigos, educadores, sanitarios y esa innumerable estirpe de administradores de bienes y servicios que han sido los colaboradores necesarios en la configuración de nuestra personalidad. Aquellos y está son para bien o para mal la causa y efecto de cómo somos y como actuamos. De su acierto y saber hacer o su ignorancia y falta de atención, resulta nuestra realidad y desarrollo, incluso al margen de nuestro legado natural. Hoy vemos a muchas personas muy limitadas en sus capacidades físicas y sensoriales y sin embargo son capaces de afrontar su vida y sacar el máximo partido con los recursos disponibles.

Sirva esto como presentación y abordamos ya a la primera institución responsable de nuestro desarrollo; la familia. Es casi una extensión de nosotros, y según los que saben, influye de manera determinante en nuestra personalidad, sobre todo durante la infancia y la pubertad. Hay multitud de investigaciones y la mayoría afirman que los patrones de conducta se transmiten entre generaciones; agresividad, intolerancia, adicciones, inseguridad e inestabilidad están entre los rasgos más negativo de una conducta heredada.

Ser una buena madre o un buen padre requiere de una atención especial a todo lo que puede estar afectando física y emocionalmente a nuestra prole. Independiente de nuestra formación, la mejor herramienta sigue siendo estar presente y amar; esto lo puede todo. Todas las patologías que pudiéramos relatar aquí se agravan en la mayoría de los casos, por una falta de atención adecuada.

Entre todas las cuestiones que precisan los niños de sus padres la más importante es enseñarles a reconocer sus emociones y permitirles expresarlas sin miedo ni vergüenza. A partir de aquí si no podemos o no sabemos, urge buscar ayuda, resistirnos y mostrarnos petulantes solo agravará la situación.

Vivimos en una sociedad muy exigente; competitiva, agresiva y excluyente. Mucha gente en otros tantos ámbitos; desde los servicios sociales de tu ciudad, asociaciones, voluntarios y profesionales, disponen programas y ayudas para casi toda la problemática que pueda afectar el buen desarrollo de la familia y sus miembros. Nos ocuparemos de acercar estos recursos en próximas entregas. Vive en paz.

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