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J M HERMOSO "el triunfo final no es una utopía, sino el resultado inevitable de una acción global y concertada |
2025-08-24
Qué nos queda
Si todo cuanto se ha hecho hasta ahora no sirve para nada: qué nos queda.
Ante el horror del genocidio en Palestina, la impotencia nos invade, un sentimiento abrumador que nace de la imposibilidad de detener el sufrimiento ajeno. En esos momentos, nuestra humanidad se enfrenta al desafío de no sucumbir a la desesperación, sino de transformarla en un motor de acción. La compasión se convierte entonces en un puente que une nuestros corazones con los de quienes sufren, recordándonos que su dolor es también el nuestro. Y es en esa conexión donde la solidaridad emerge como la única respuesta digna, un acto de resistencia colectiva que nos impulsa a alzar la voz y a actuar, sin importar cuán pequeños nos sintamos. Porque, si bien no podemos detener las bombas con nuestras propias manos, sí podemos tejer una red de apoyo global que, en su fuerza, se convierta en un faro de esperanza para un pueblo que resiste. Qué nos queda. Que sea pues el:
Ataque desesperado a la macroeconomía y al sistema financiero
Porque nuestra solidaridad no puede quedarse en la mera compasión; debe transformarse en una acción contundente contra la raíz de esta barbarie. La verdadera lucha contra el genocidio palestino, y contra cualquier otra atrocidad, exige dirigir nuestra mirada y nuestra fuerza hacia el verdadero poder detrás de la violencia: el capital global que financia y se beneficia de la guerra. Es urgente que la población mundial, con su conciencia intacta, comprenda que, solo atacando los cimientos de los grandes sistemas productivos, los gigantes financieros y los valores bursátiles que sostienen esta maquinaria de muerte, podremos desmantelar el motor de la opresión. La única manera de detener el derramamiento de sangre es asfixiando económicamente a quienes lo promueven.
Y así, esta lucha se convierte en una tarea urgente y colectiva. Es hora de que los diversos expertos que se encuentran entre la gente común, esos “zánganos” del sistema que son la verdadera fuerza productiva, unan sus conocimientos y diseñen un entramado poderoso de boicot. Un boicot general y global no solo a las marcas comerciales, sino también a los productos financieros y a todos los instrumentos que sostienen la maquinaria de la guerra y la opresión. Solo a través de esta acción coordinada, podemos asfixiar a las élites que se enriquecen con este genocidio, el sufrimiento y la barbarie, transformando nuestra indignación en un arma de cambio real.
Puede ser que, en este camino de resistencia, el triunfo final no es una utopía, sino el resultado inevitable de una acción global y concertada. Que llega cuando la Humanidad se une, cuando la Humanidad se cree su propio e imparable poder para desmantelar las estructuras económicas que financian la barbarie, así, los villanos y asesinos, los únicos responsables de este genocidio, se verán despojados de su poder. El boicot global, sostenido con la responsabilidad individual por la compasión y la solidaridad, se convertirá en la fuerza que los desarme por completo. Es entonces, solo entonces, cuando la justicia prevalecerá y un nuevo amanecer sin masacres ni opresores surgirá para el pueblo palestino.
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