05-06-2022

Cuando Dios expulsó del Paraíso a Adán y Eva, los maldijo diciendo: “Ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la tierra, de donde fuiste sacado. ¡Porque eres polvo y al polvo volverás! Más allá de esta maldición bíblica, si miramos el trabajo, únicamente, como una ocupación retributiva resultará una visión falsa y extremadamente ruin en la realidad verdadera sobre el valor del propio trabajo. Pues todo trabajo es igual de valioso en la contribución al sistema social que organiza la vida de las personas desde lo local a lo global. Y siendo así resulta enervante la disparidad salarial en los distintos trabajos de entre los desiguales oficios habidos; en un

mundo donde, cada cual, ha de ganarse el pan con el sudor de su frente. No es justo que unas personas tengan que sudar más que otras (ya que cuando Dios maldijo a Adán y Eva, el ‘sudor’ lo repartió igual por igual). A la hora de llevar a casa el sustento familiar; cuando, por ejemplo, se es consciente de que la notario del pueblo cobra por estampar una firma 450 euros, empleando cinco minutos en realizar el acto (y sin sudar), mientras que el albañil asalariado del mismo pueblo se pega todo el día (mañana y tarde al sol) picando y deslastrando la zanja donde tiene que descubrir la acometida del agua para poder poner el contador en la calle… cuando este no cobra ni 50 euros por todo el día trabajado (y sudando un montón) es entonces cuando al ver esto las neuronas de cualquier llanito se pondrán en carne viva). A ver; trabajo necesario, el uno y el otro. Trabajo que tiene su gran valor e importancia, ambos. Pero la diferencia de cobranza es tremebunda, al igual que también lo es la del tiempo empleado donde se cobra con creces o escasez. Ahora, quien esté pensando en el albañil; ni se le ocurra decir: ‘que hubiera estudiado’, ya que ello no es solo una falta de respeto, sino también es humillar al trabajo y el valor del propio trabajo. Ea. Viendo lo visto, no cabe duda de que en esta sociedad deshumanizada el trabajo forma parte del sometimiento de la Humanidad, en donde el derecho de consumir cuanto ofrece la vida está determinado por la tarificación del fruto del trabajo del individuo. ¡Menudo fiasco! Sin olvidar nunca que mientras unos nadan en la abundancia otros carecen de abundancia para nadar.

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