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2024-01-14
Consumo, luego existo
Tras la vorágine de consumo de estos días, creo que es hora de que pensemos en las vidas humanas que nuestro insaciable consumismo exige. Los teléfonos de última generación, tabletas, relojes inteligentes y demás chucherías, son una losa que empobrece a millones de personas en el mundo y enriquece solo a unos pocos. Tal vez pensamos que el simple hecho de comprar un iPhone cada año no puede tener ninguna incidencia en la vida de un niño africano, pero la realidad es que sí, y mucho. Déjame contarte algo: Las baterías de nuestros teléfonos inteligentes y nuestros automóviles eléctricos funcionan, entre otros minerales, con cobalto que se extrae con mano de obra esclava en RD Congo, donde se vulneran todo tipo de Derechos Humanos, de paso financia grupos armados llenos de niños soldado que protegen las minas y los intereses de las multinacionales. Una de ellas es la suiza Glencore, líder en comercio de materias primas. Una multinacional que se hizo millonaria gracias a sus oscuros negocios en la Suráfrica del apartheid, la Rusia corrupta de Putin, el Irán del ayatolá Jomeini, la Libia de Gadafi, el Chile de Pinochet, de Kim Il Sung en Corea del Norte, Slobodan Milosevic en Yugoslavia, Ferdinand Marcos en Filipinas o Sani Abacha en Nigeria. Por algunos de esos negocios, el Congreso de EE. UU. condenó a su dueño, pero el mismísimo Bill Clinton los indultó unos días antes de que este abandonara la Casa Blanca. Glencore controla el 50 % del mercado mundial del cobre, 60 % zinc, 38 % aluminio y cerca del 25 % del cultivo mundial de cebada, girasol y colza. Posee 300.000 hectáreas de tierras de cultivo en todo el mundo, además de minas de cobre en Zambia, platino en Suráfrica, bauxita en Perú y yacimientos de petróleo en RD Congo, Guinea Ecuatorial y Nigeria. El precio mundial del cobalto (ese imprescindible para nuestros teléfonos y coches eléctricos) lo controla gracias sus oscuras maniobras atreves de la RD Congo.
Sus movimientos comerciales condenan al hambre y a la miseria a millones de personas en cualquier parte del mundo en solo unas horas.
En 2023 fue multada con 428 millones de dólares por actividades corruptas, a pesar de ello, presentó unos beneficios de 34.100 millones. Una multinacional que se beneficia de la miseria de los países empobrecidos y se aprovecha de las catástrofes que muchas veces ella misma provoca, como, por ejemplo, la de las minas de Cerrejón en Colombia. La evasión de impuestos y sanciones es otra especialidad. Sus actividades, allá donde se realizan, suponen una grave degradación para el medioambiente, con la complicidad y silencio de los medios de comunicación. Por cierto, el mayor inversionista de Glencore, con un 9 % de las acciones, es el Fondo de Inversión de la monarquía absoluta de Catar.
No señores, nuestro modo de consumo no es inocuo, de cada cual depende el convertirse en cómplice de este tipo de multinacionales.
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