![]() |
|
2024-01-14
¿Cómo se mide el progreso?
En muchas ocasiones he escrito sobre este modelo injusto de sociedad donde el consumismo y el liberalismo económico está absorbiendo los derechos conseguidos durante décadas y está levantando muros para ir acabando con los principios sociales que precisa cualquier sociedad que se precie para seguir progresando: justicia, sanidad, educación, empleo, …
Hablan de progresismo sin saber lo que significa, como si el progreso solo fuera tener una nueva app para nuestro móvil.
Hablar de progreso es avanzar en mejorar las condiciones de vida de una sociedad.
Y cuando las condiciones de vida de los miembros de una sociedad se ven mermadas por intereses económicos de unas minorías elitistas que solo miran los periódicos de color sepia para saber si suben sus acciones o bajan o si presionan a tal gobierno para determinados intereses que les beneficien, seguiremos perdiendo los hombres y mujeres de a pie.
El progreso se escribe con la “I” de Investigación e Innovación, en el que aquellos hombres y mujeres que con sus estudios, formación, trabajo y empecinamiento consiguen descubrir como mejorar nuestras vidas. Los científicos y científicas son una “rara avis” que se balancea entre la teoría y la práctica, entre el mundo de las ideas y la misión de llevarlo a la realidad.
¿Cuántas veces hemos leído, escuchado o visto en distintos medios de información que se ha conseguido una cura para un determinado cáncer, prótesis que consiguen movilidad para quiénes la habían perdido, avances genéticos que facilitarían la vida a muchas personas, vacunas para cientos de enfermedades, …? ¿Y cuánto tardan esos avances científicos en llegar a ser utilizados por la mayoría de la sociedad? Pocos. Muy poquitos.
La ciencia cayó hace tiempo en las garras económicas y se investiga porque hay multimillonarias empresas que generaron un modelo de financiación de la investigación basado en las ganancias que produce un producto y no en los beneficios que produciría dicho producto para la sociedad en sí. Por eso usan términos como fuga de cerebros o los Silicon Valley o colaboraciones público-privadas … para hablar de la mercantilización del progreso.
Y eso se traduce en algo tan básico como que si tu problema no es rentable, no se investiga. Entiendo, pero, lógicamente, no comparto la visión económica de este progreso que deja de lado a quiénes más necesitan de la investigación para lograr unas condiciones de vida óptima. Si siempre buscamos el argumento de que las empresas invierten dinero en contratar a investigadores que durante años trabajan para desarrollar, crear o descubrir tal o cual producto para luego venderlo y recuperar (mejor llamado enriquecerse) lo invertido, ¿no sería más económico y más práctico que sea el Estado el que se dedique a invertir en científicos y científicas que desarrollen o descubran para ofrecerlo como garantía asistencial para su propia comunidad?
Si solo lo miro desde el plano económico, estaríamos mercantilizando el progreso a costa del progreso social y de derecho de una sociedad.
Y mientras no os toque, seguramente ni os lo planteáis. Porque lo veríamos lejano y ajeno a nuestras propias experiencias vitales. ¿Pero y si os toca? ¿Y si os pasa? ¿Seguro que asimilaríamos con la misma naturalidad que nuestra salud depende del dinero?
Hoy es un día triste y quiero utilizar estas líneas para poner en valor a personas que con su lucha han logrado hitos importantes sin que hayan salido en la portada del Marca o en un debate de Telecinco. Un hombre al que la vida le dio un vuelco por culpa de una extraña enfermedad: ELA.
Esclerosis lateral amiotrófica, ELA. Un hombre joven que sí ha sido un ejemplo de lucha y de superación. Y que logró generar alrededor de él una comunidad de hombres y mujeres comprometidos por visibilizar una enfermedad que afecta a muchas más personas de las que creemos. Pero supo ver que la visibilidad permitiría crear un espacio donde reivindicar el derecho de todos y de todas a una vida digna. Y para ello es fundamental la investigación y el derecho asistencial para mejorar la calidad de vida de las personas que sufren ELA.
Antonio Madero no ha representado, sino que ha sido un luchador incansable que, gracias a su familia y amigos/as, logró que el problema de uno fuese de todos. Con ese paso de gigantes se consigue el compromiso de su comunidad, pero nos queda mucho para lograr que por lo que tanto ha luchado llegue a ser realidad si no se cambia el modelo de financiación de la Investigación.
Con esto, no quiero desmerecer ni infravalorar las campañas solidarias para lograr mayor financiación para la investigación en enfermedades como la ELA, al revés, que sigamos y sirvan de revulsivo social para exigir, de una vez por todas, que la Investigación precisa de mayor inversión pública para avanzar como modelo de sociedad donde nadie se queda atrás.
No se puede avanzar pensando que la caridad es garantía de futuro, sino que en la Investigación están los pasos a dar y el destino a donde llegar.
Antonio, su familia y los amigos/as de la asociación “Juntos contra la ELA” han sido una inspiración comunitaria para abrir mentes y exigir lo que, de por sí, debería ser responsabilidad de nuestra sociedad: Investigación y Garantía Asistencial.
Para dar tú opinión tienes que estar registrado.