14-08-2022

Lo cierto es que me estoy aburriendo. Hacía mucho tiempo que no nos veíamos y han pasado ya tres horas desde que comenzó esta reunión de “puretas”. El problema viene cuando el alcohol mal mezclado empieza a hacer estragos entre la muchedumbre.

Alguien nos enseñó que lo suyo es empezar con unas cañas y comiendo tapas, pedir luego un par de raciones con un vino y tomar un par de copas más tarde en el garito de moda. Craso error, te lo repites cada vez que tu estómago protesta y te advierte de que estás haciendo el tonto, pero luego te dejas arrastrar por el “otra ronda” y vuelves a hacerlo.

Así llegas a este punto, el punto en el que crees que lo que hablas es interesante, o que a tu interlocutor le importa lo más mínimo.

Lo cierto es que me estoy aburriendo, abandono mi vaso con un dedo de whisky y sin avisar a nadie hago mutis por el foro.

Agradezco el aire fresco al salir del local. Estoy lejos de casa y empiezo a caminar despacio, a pasear tranquilo mientras la ciudad duerme el sueño de otra noche de verano.

Nadie en la calle, cuando apenas llevo unos metros suena una notificación en mi teléfono, lo miro y es una chorrada, pero por inercia empiezo a deslizar publicaciones, publicidades y estados…

Mis viejas Vans de suelas desgastadas caminan sin emitir un solo sonido y el ruido de unos tacones que aparecen tras una esquina unos metros por delante de mí me saca de mi ensimismamiento.

Es una chica, camina ligera dentro de lo que le permite su ajustado vestido y el largo de esos tacones. En un movimiento rápido y fugaz gira la cabeza y se percata de mi presencia, acelera el paso. Ella y yo solos en la calle, todos duermen, no hay tráfico. Aminoro mis pasos y cambio de acera.

Cambio de acera porque mi presencia le incomoda. Cambio de acera porque no me cuesta ningún trabajo y sin embargo sé que este simple gesto le va a aportar seguridad a ella. Cambio de acera y me alejo para observar cómo en sentido contrario sube un grupo de chavales, son cuatro. Cuatro chavales que suben por la misma acera por la que la chica baja, ellos no cambian de acera, y al percatarse de una presencia femenina que se aproxima, sus fanfarronadas suben de tono, sacan pecho y alzan sus voces.

Ella vuelve a mirar hacia atrás fugazmente, se siente incómoda y cambia de acera. Los chavales pasan de largo y unos metros después le dedican alguna imbecilidad que no merece la pena reproducir aquí, siguen su camino y vuelven a encorvar sus espaldas.

Cambio de acera, lo hago otra vez porque siento vergüenza de género. La he sentido muchas veces, en conversaciones de bar, en lugares de trabajo, cuando hay sólo hombres.
Vergüenza de género, la misma que deberías sentir tú, porque si te paras a pensar seguro que, sea cual sea tu género, sea cual sea tu condición, también has pasado en alguna ocasión esta vergüenza, hombres y mujeres machitos y hembritas. Si no la has sentido nunca tienes un problema y no lo sabes.

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