28-08-2022
Mil novecientos noventa y cinco. Recuerdo el olor del autobús de línea, hacía frío en la parte trasera, pero se podía fumar. Aquella chica era la amiga de una amiga de mi amiga. Subimos los cuatro al autobús con destino a Granada. Silencio, mucho silencio.
Realmente yo no pintaba nada allí. No conocía hasta ese momento a la protagonista de esta historia, a su amiga muy poco. Nunca supe las circunstancias que llevaron a esta mujer, a que fuera yo la figura masculina que las acompañara en este viaje, pero allí estaba.
Anduvimos bastante hasta llegar a nuestro destino, no había gps ni google maps, y encontrar cualquier sitio era a base de preguntar y equivocarse. Llamamos al timbre del portero automático y tras subir a un ascensor llegamos al piso. Porque eso es lo que era, un piso. Un piso iluminado por luz incandescente. Cortinas tupidas ocultaban las ventanas. Limpio, sí, pero oscuro.
Ella había visto el anuncio en las Páginas Amarillas. Unos tomos muy gruesos donde figuraban los teléfonos de todo aquel que estuviera dado de alta en Telefónica, concretamente en el apartado de empresas. “Interrupción voluntaria del embarazo” y debajo, en letras más pequeñas el nombre de la “clínica”.
Todo fue bien, sin sobresaltos, sin sorpresas, sin más sustos que el propio del momento.
Pese a la recomendación posterior del doctor de turno de descansar y reposar, tuvimos que deshacer el camino andado hasta la estación, porque no teníamos dinero suficiente para tomar un taxi, ni conocíamos los itinerarios de los autobuses urbanos.
Esta historia que huele a rancio, a tercermundista, se sigue repitiendo en parte porque en Jaén no hay lugar donde ejercer este derecho.
Abortar, ya salió la palabra maldita- hasta a mí me cuesta escribirla en este artículo de opinión y supongo que me juzgarán por el mero hecho de hablar de ello- siempre es una experiencia traumática. Es un trauma por varias razones, pero dejando a un lado la “ética y la moral”, el yugo judeo-cristiano y el qué dirán si se enteran mis vecinos… Me centro en el simple hecho de que lo que ocurre dentro del cuerpo de una mujer, es tan íntimo, tan suyo, tan propio, que nadie, absolutamente nadie tiene derecho a opinar o discernir al respecto y precisamente por ser tan íntimo, siempre es traumático.
Y aunque es cierto que hoy en día ha dejado de ser un acto clandestino, tener que desplazarte a otra ciudad, donde hagan este tipo de intervenciones es simplemente un acto del pasado. ¿Cuántas mujeres jóvenes con pocos recursos económicos hacen este viaje cada día desde nuestra ciudad? ¿Cuántas pueden pagar el taxi tras la operación? ¿Cuántas se montan en el autobús de línea, con la cabeza a punto de explotar de tanto pensar y pensar?
Mil novecientos noventa y cinco, dos mil veintidós, Jaén. Esta mañana un titular de la agencia EFE reza: “El aborto se convierte en un tema prioritario para los votantes de E.UU.”
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