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Ingobernables. Eso suelen decir las masas cuando tras unas elecciones no se obtienen las mayorías absolutas que tanto se anhelan. Ingobernables, una palabra preciosa que evoca libertad, que trae a la mente a los pueblos rebeldes de épocas... |
2023-03-26
Ingobernables. Eso suelen decir las masas cuando tras unas elecciones no se obtienen las mayorías absolutas que tanto se anhelan. Ingobernables, una palabra preciosa que evoca libertad, que trae a la mente a los pueblos rebeldes de épocas imperiales. Pero es mentira. Cuando en unas elecciones democráticas, las mayorías se diluyen como una pastilla efervescente en un vaso de agua, nos encontramos con el panorama apropiado para practicar la verdadera democracia.
Una democracia de minorías, de apoyos puntuales y no de pactos. De reuniones interminables y debates, de tiras y aflojas, de café y cigarro… Una democracia de minorías sería probablemente la fórmula más representativa del pueblo, la fórmula dónde el voto de todos contaría mucho más de lo que cuenta cuando obtienes una mayoría.
Pero para eso hay algo muy importante, fundamental, y es la democracia interna en las instituciones, la libertad para apoyar o retirar el apoyo individualmente de cada uno de los representantes de la población. Concejales, diputados, etc. deberían votar a favor o en contra libremente en las sesiones plenarias. Independientemente de que la propuesta la haga tu equipo, o el equipo que tienes enfrente. Actuando en conciencia con tus propios pensamientos, actuando libremente.
Esto se podría solucionar muy fácilmente. Sólo (con tilde) sería cuestión de plantear el voto secreto de sus señorías. Voto secreto, voto libre. El principio democrático que todos ejercemos cuando vamos a las urnas, trasladado a los hemiciclos, a los ayuntamientos, las diputaciones, el Senado y el Congreso.
Es verdad que a lo mejor sus señorías tendrían que salir de esas largas sesiones plenarias con las cabezas como bombos, hinchadas de dar vueltas y vueltas a un mismo punto y no avanzar. Tendrían entonces que posponer las sesiones y así, poco a poco, todos irían aflojando posturas hasta llegar a la solución deseada. Como las sesiones serían muchas más, sería necesario ir quitando paja, dejar las nimiedades aparte y centrarse en lo importante.
Todo esto lo digo humildemente sin tener la más remota idea de lo que supondría esta pequeña reforma del sistema de votación. Pero honestamente opino que sería más que conveniente. La opinión es algo muy personal, y muy jodido. Aquí estoy yo dejando la mía y vale tanto como la de cualquiera, o tan poco.
Cierto es que, desde la tranquilidad del hogar, con un teclado entre las manos, algo de música de fondo, el aroma del pisto que estoy preparando para mañana y una copa de cabernet sauvignon en el escritorio, todo parece muy fácil.
Pero no quisiera acabar este artículo sin antes agradecer a sus señorías el esfuerzo realizado. Aquí no hay ironía, lo digo en serio. Algunos con más aciertos, otros con más errores, pero todos ustedes tirando del carro, no merecen menos que mi agradecimiento por estar y actuar, en definitiva, por gobernar.
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