El espíritu del movimiento 15-M, que surgió de manera espontánea entre los ciudadanos españoles para reivindicar la necesidad de una democracia mucho más demócrata, no era un...

2023-04-23


El espíritu del movimiento 15-M, que surgió de manera espontánea entre los ciudadanos españoles para reivindicar la necesidad de una democracia mucho más demócrata, no era un hombre ni una mujer. Su belleza radicaba en dos puntos clave. El primero era que no tenía cabeza, el segundo que prometía modificar la ley electoral para dejar de favorecer a las mayorías. Ambos pasaron al olvido pronto, el primero en cuanto que algunas personas empezaron a ganar protagonismo y el segundo en cuanto la dichosa ley electoral empezó a favorecerlos. Eran personas unidas para cambiar el sistema de forma pacífica, sin afán de protagonismo personal.

Desde que el homo es homo hemos idolatrado a efigies, astros, fenómenos climatológicos, becerros de oro, equipos de fútbol, personas que cantan, dictadores…

No sabemos funcionar si no tenemos un objeto claro de culto, somos idólatras. El mismo concepto que nos hace crecer como sociedades inabarcables, nos hace también vulnerables, nos hace ser gobernables.

Es curioso comprobar como sabemos los nombres propios de cientos de personas a las que nunca hemos tenido delante, saber sus ocupaciones, sus devaneos, sus estilismos, si se han puesto tetas o pelo en la cabeza y, sin embargo, desconocemos completamente a la mayoría de nuestro vecindario, a esa gente con la que coincidimos en los mercados, en las terrazas o en las colas de los centros sanitarios.

Esta tendencia a la idolatría es la misma que hace que las personas que pierden una, dos, tres o cinco veces en las elecciones sigan presentándose, la misma que hace que personas que encabezan listas y pierden, pierden y vuelven a perder sigan aferradas a una ilusión que no se cumplirá nunca.

Marcellus Wallace, personaje secundario de la gran obra maestra tarantiniana Pulp Fiction, le decía a Bruce Willis (que encarnaba a un boxeador veterano): “La noche del combate es posible que sientas una ligera punzada, será el orgullo que intenta joderte. ¡A la mierda el orgullo! El orgullo solo hace daño, no te ayuda jamás, lucha contra esa mierda, porque dentro de un año… cuando estés gozando de la vida en el Caribe, te dirás a ti mismo: Marcellus Wallace tenía razón”

Y eso mismo les diría yo a algunas personas que no se quieren dar cuenta de que el orgullo intenta joderles, que sus momentos ya pasaron y que esa cabezonería de perpetuarse no les va a llevar a ningún sitio, más que a joderse ellos y jodernos a nosotros.

El orgullo les duele, pero lo que más les duele en ese orgullo es el hecho de que alguien que estaba entre sus filas tímidamente, ha resucitado el espíritu guerrero y obrero, ha vuelto a los orígenes del movimiento que los unificó y ha sabido girar hacia la lucha por la libertad y la dignidad obrera.

De modo que insto a toda esa plataforma a la que ya hemos puesto nombre sin nombrarla, a olvidar ese orgullo y a sumarse al movimiento que tiene posibilidades. Porque sumando podremos, restando no.


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